martes, abril 29, 2008

24 AÑOS

Mientras yo veía por televisión los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, con ocho añitos, una chica de dieciocho acababa de ser encerrada en un sótano de una casa en un pueblecito austríaco. Aquel día, su padre la viola, como ya había hecho tantas veces antes, luego cierra la puerta para siempre . Pasan un año, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés, veinticuatro años.
Amstetten, un pueblecito de mierda en Austria. Escribir sobre algo así es inútil, no hay modo de asomarse al abismo ¿qué podemos describir? ¿qué podemos opinar? Escribir, aunque solo sea escribir chorradas, es un compromiso con la verdad, tu verdad. Pero cómo si quiera rozar esa verdad ahora sin sentir que no estás a la altura.
No sé, me acuerdo de que mi hermano me decía de niño que no me preocupara por ser un petardo en matemáticas, porque siempre habría alguien peor que yo. Y siempre, siempre, siempre hay un ser humano peor, uno detrás de otro, en una terrorífica cadena que empieza inocentemente, quién sabe si negándole una mirada de amor a tu pareja, un beso, un abrazo, una lágrima, una disculpa, y la cadena sigue y sigue, y acaba mucho después, con una guerra en Irak, con un suicida a punto de volar un tren en Madrid, o con un padre que cierra la puerta del sótano de su casa dejando a su hija dentro, en un tranquilo pueblecito de mierda, en Austria, hace veinticuatro años.