
Pasándomelo en grande la otra noche mientras miraba por el dvd portátil, tapadito en la cama, una de esas maravillosas reliquias de la Universal: ¡¡¡Frankenstein meets the wolfman!!! Reconozcámoslo, para cuando se rodó esta película (1943), la productora que alumbró las obras clásicas de Tod Browning, James Whale, Bela Lugosi y Karloff estaba en decadencia, y solo se les ocurría mezclar personajes antaño exitosos sin ton ni son, como en este caso, el Hombre Lobo (interpretado esforzadamente por Lon Chaney hijo) y un monstruo de Frankenstein (no lo encarnaba Boris Karloff) bastante ridículo, que camina como lo haría un borracho en la guardería del Ikea, zona de pelotas de goma. A los pocos años, la Universal vendería los derechos de sus criaturas clásicas (Drácula, Frankenstein, Hombre Lobo...) a los ingleses de la Hammer, y el terror renacería a lo grande con los films de Terence Fisher, Peter Cushing, Cristopher Lee y compañía.

Así, Frankenstein meets The Wolfman es un film malo pero entrañable, con una buena atmósfera y todos los tópicos que son deseables: dos vagabundos que abren una tumba que no deberían abrir y lo pagan con su vida, los habitantes de un pueblo acudiendo en tropel, antorchas en mano por supuesto, a la guarida del Hombre Lobo para ajusticiarlo, la taberna donde el forastero no es bienvenido... Sniff, cine de primera.