martes, diciembre 23, 2008

RESTAURANT SANTA

Cuando empecé con el blog, los posts que me hacía más ilusión escribir eran mis críticas gastronómicas, lo paso genial tratando de describir esa ceremonia cercana a un concierto, o una película, o un acto religioso que es sentarse a una mesa y comer. Ahora, después de un montón de tiempo vuelvo al apartado "comer y beber" para relatar una nueva experiencia gastronómica. Desgraciadamente, no puedo escribir sobre lugares a los que sueño ir: desde el nuevo ABAC o yo que sé, El Celler de Can Roca en Girona hasta... miles de restaurantes. La crisis manda y ordena, la crisis reparte juego, y a nosotros nos envía a restaurantes de menú en vez de dejarnos en Paseo de Gracia para darnos un regalazo en el Drolma. Pero lo acepto con alegría, jamás me ha frustrado no vivir en el lujo, aunque sería idiota si no deseara tenerlo. Creo que es una de las grandes cosas que me ha dejado mi padre, una cierta comprensión de que el lujo es algo bonito de rozar de vez en cuando si te lo puedes permitir, pero vivir instalado en la opulencia es muy distinto y, añado yo, puede significar ser una persona poco digna, poco trabajadora, prepotente y lo peor, un hortera. Pero como decía, ahora el lujo ni lo rozo, así que al mal tiempo buena cara y derechos a comer al económico pero muy loable Santa.
Elaborar buenos platos para el cliente que come a diario fuera de casa es un gran mérito. Hacer de la cocina de laborables, la del menú con postre y copa de vino algo divertido y honesto es un logro poco común. Hoy he comido unos huevos pochados con salsa de setas y patatas que eran una delicia, plato hondo, disfrute total a las dos y media de la tarde, un día de trabajo. Para empezar sirven un primero igual para todos los clientes, un primero dividido en tres: una sopa de miso, una ensalada sin pizca de gracia (algo que suele repetirse en tantos restaurantes, piensan que con las cuatro hojitas tricolor bien colocadas nos vamos a ir tan contentos ¡reclamo dignificar la ensalada, no somos putas vacas!), pero como digo, el segundo es el centro de la comida, esos huevos fantásticos, y los postres, el mio un cremoso de naranja, creo, son suaves, como debe ser, el brownie para los centros comerciales. El lugar es moderno, con la cocina a la vista y bastante ambiente, aunque a mediodía el sol puede fastidiarte la vista si estás sentado en el lugar incorrecto, como me ha ocurrido a mi. Si tu oficina está por la Ciudadela o Poble Nou, concédete un detalle un día a la semana, pásate por el Santa y deja el táper en casa.

LOTERÍA

Hay un bar de Barcelona donde el año pasado repartieron un tercer premio -creo que no fue el gordo- de la lotería navideña. Ayer no querían ni oir hablar de sorteos, han dejado de vender décimos y tan solo se limitan a decir enigmáticamente que desde el día que llovieron los millones nada les ha ido bien, luego guardan silencio y siguen haciendo cafés. Dicen que lo peor que te puede pasar es que te toque la lotería. Estoy de acuerdo. Ahora temo por ese pueblecito de Jaen donde ha caído parte del gordo, tantos abuelos que hasta ahora llevaban una vida idílica y ahora que son millonarios se verán asediados por concesionarios de coches ambulantes, constructores desesperados que les venderán piscinas, saunas y zonas spa, y lo peor, la familia hará acto de presencia, nietos tunning que pedirán al abuelo un nuevo prototipo con el que matarse por una comarcal el sábado noche, primos hermanos lejanos que regresarán milagrosamente de entre los muertos e hijos que por fin podrán tener su chalet soñado y llevar al crío a un internado inglés donde vestirá uniforme y jugará a tenis. En general, siento compasión por los pobres a quienes les cae una tonelada de millones; un pobre no sabe qué hacer con tanto dinero, y los millones lo ponen al borde del precipicio, y normalmente su vida se va a la mierda, y de aquí un par de años se despierta una mañana arruinado y sin trabajo ni familia, y ya casi ni se acuerda de las putas que se folló, ese Lamborghini amarillo que estampó contra una sucursal bancaria una noche de farra, y las toneladas de mierda que se metió por la nariz. Es una visión un poco negra lo sé, pero intuyo que ocurre con frecuencia, solo que a nadie le interesa que esas tragedias salgan a la luz, la Lotería del Estado es un concepto tan bonito... Si el sorteo navideño tocara a los ricos habría menos problemas, porque los ricos ya están acostumbrados a lidiar con billetes verdes y la máxima tragedia en la que pueden caer es utilizarlos para limpiarse el culo, pero naturalmente, la conciencia nos dicta que la lotería debe caer sobre el pobre, aunque caiga con todo su peso de dolor y tragedia y lo entierre en la mugre para siempre.