
Ayer tocaba Reverend Horton Heat en el Apolo y quise demostrarme a mi mismo que aún en estas santas jornadas de Champions, la música podía estar por encima. Más tarde, en casa, podría gozar en Youtube de los goles de Messi, pero el gran trío rocker de Dallas solo venía esa noche, y había que fichar. Apolo estaba a menos de la mitad del aforo, claro, y el concierto en el primer tramo pareció resentirse de ello. Jim Heath y los suyos cogieron fuelle poco a poco, y el público igual, pero costó. La música es ese huracanado psychobilly, punkabilly, lo que sea, que tocan con clase y garra, pero el reverendo Heath es un tipo raro, me recuerda al vecino fascistoiode de Kevin Spacey en American Beauty, es un crack a la guitarra, pero su comunicación con la gente es casi nula, incluso cuando sonríe su rostro dibuja una mueca forzada y fea, lo imaginaba más loco y lenguaraz, pero a la mitad del concierto ya te acostumbras, y entonces acabas abandonándote y te mueves como un teddy boy de saldo al son de las progresiones rapaces de su guitarra y la candela que suelta el bajo de Jimbo Wallace. Jim Heath es un veterano y dosifica la energía de forma ramoniana, con bandazos de cinco o seis temas seguidos, una mínima pausa para afinar y tomar aire (en la que suena la música de ambiente de la sala), y vuelta a la tralla. Quizás en sus años mozos el directo de Reverend Horton Heat conseguía empitonarte a base de bien, ahora es todo calidad y energía bombeada a velocidad constante, que es suficiente para que valga la pena anteponerlo al Barça... Solo por esta vez.