
Como llevarte de paseo a
The Band y los
Eagles en una nave conducida por
Jerry García. O como Chris Robinson engrandece la leyenda, la suya y la de
The Black Crowes. Este es uno de esos discos que te hace sentir especial, porque sabes que el 99% de la humanidad no lo va a entender. No lo sé, yo ya sabía que este sería uno de los discos del año desde que lo he desempaquetado y lo he olido. Por no hablar de una portada que nos lleva a la década de los 70, a
Laurel Canyon y, antes, a Frisco. Pocos días antes de empezar a escuchar este
Big Moon Ritual había recuperado el
Croweology de los
Black Crowes, y de nuevo esas viejas sensaciones de una banda grande, a la altura de los intocables; qué gran disco, tan poco ponderado por algunos. Ha sido sin duda la tapa perfecta para rendirse ante este proyecto, el proyecto más hippy de
Chris Robinson y
Neal Casal. Hay tanta magia en este disco, desarrollos tan placenteros como los de
Tulsa yesterday,
Rosalee... En directo esta banda puede ser un viaje lisérgico de cuidado. Música que entra mejor con otros elementos conjugados, el vino blanco ahora mismo en mi caso, o el sol y el campo, la noche más estrellada, busca el elemento perfecto para acompañar estas incursiones entre la tierra y el espacio. Para no perderse en referencias y etiquetas inútiles, ahí va la versión que hacen
Chris Robinson y los suyos de la maravillosa
Sugaree de
Jerry García y
The Grateful Dead. Cuántos nombres imprescinibles en una sola frase.