sábado, julio 18, 2009

RESTAURANT COURE, BARCELONA

Estuve esperando a Marta en un bar de pinchos vascos, que atrae a algunos grupos de clientela con posibles de las oficinas que rondan la plaza Francesc Macià, se toman cuatro pinchos grasientos, charlan y ya están comidos. Es un lugar de comida lúgubre, un timo más de los muchos que se perpetran en la ciudad con el rollo de las tabernas vascas. Pero cuando llegó Marta y se hizo la hora, a solo cuatro o cinco metros de esa estúpida taberna teníamos mesa reservada en uno de los restaurantes más en forma de la ciudad. En el Coure (que a su vez, en frente, tiene a otro local de semejantes condiciones y también recomendable, el Hisop) la decoración es mediocre (los típicos tonos blancos, solo que con ningún elemento ornamental que llame la atención), el local un punto cavernoso aunque bien iluminado y el ambiente discreto, un grupo de japoneses en una mesa, jerarquías empresariales en pleno break para comer etc. pero lo principal en el Coure es que, viéndolas venir por la crisis, prefieren ofrecer al cliente un menú económico a 35 euros, por debajo del supuesto nivel de la carta, que tener el local con mesas vacías. Antes, cuando Barcelona vibraba porque se creía la más cool y el centro de negocios del continente, la palabra "menú a precio reducido" -que en el Coure llaman, con buen gusto y para no ofender el orgullo del que paga "menú de temporada"- asustaba a los que buscaban buenas mesas por la ciudad, menú reducido su puta madre pensaban, yo quiero pagar y que la gente sepa que pago, pero ahora, cuando los tiempos son tan justos - y van a peor, dicen-, cuando ya no quedan más agujeros para apretar nuestro pobre cinturón, cualquier mente inteligente, rica o no, agradece pagar únicamente 35 euros con vino, postre y café incluídos, y encima -y ahí está la noticia- comer como un príncipe. Restaurantes así merecen sobrevivir a esta época gris y despuntar en el futuro. Sutileza, elegancia y buen producto. Empezamos con una riquísima crema de zanahoria con granizado, seguimos con la estrella del día, un huevo cocido a baja temperatura codo con codo con un delicioso ravioli de queso, un caldo perfecto alrededor y quinoa en la base del plato, impresionante, y tan sencillo ¿verdad? la buena cocina debe transpirar sencillez en el plato, debe ser un juego que aprendes en pocos segundos, como un beso, o una rima, como una sonrisa, sales al mediodía y te metes en un restaurante, comes huevos con ravioli de queso y sonríes de felicidad, para eso sirve la cocina ¿no? Más adelante seguimos con un bacalao con polenta que abría sus encantos solo separar suavemente las capas con el tenedor, luego carne, unas láminas de filete de buey con berenjena, con ese punto meloso que da la grasa aquí y allá, para terminar una suavísima crema de chocolate. Saciados, paladeando todavía la calidad y gracia del menú, salimos del Coure con ganas de disfrutar de la tarde del viernes y con el objetivo de volver en cuanto podamos. Repetir es la base del placer, repetir una canción, un polvo, una película. Y repetiremos en el Coure.