sábado, diciembre 25, 2010

UNA FOTOGRAFÍA DE GERARD

Al terminar la comida de Navidad observaba una fotografía de uno de mis cuatro sobrinos, Gerard, seis añitos, una mente creativa, inquieta, políticamente incorrecta, un mundo interior que deseo, sepa -le enseñen a- canalizar en algo maravilloso. La foto se la hizo su padre este verano. Gerard solo en la orilla del mar, de espaldas, mirando las olas. He pensado que esa fotografía debería ganar algún concurso porque era preciosa, y que la imagen definía a Gerard, y lo decía todo sobre él, y debería adjuntarse a sus informes escolares, para que cuando cambie de colegio, o entre en la universidad, los profesores sepan quién es realmente este muchacho; que entiendan que sus cualidades deberán encontrar un medio donde adquieran plena expresión, y que ese medio quizás no sea una aburrida (para él) materia escolar, y que su mente convulsa, extraordinaria, quizás no se vea reflejada con buenas notas. Las notas no sirven para nada, en el colegio se aprende a ser persona, a distinguir entre el bien y el mal, y a otear el horizonte para ver que el mundo es grande y que tú puedes encontrar tu sitio donde quieras. Eso no es calificable por unas notas. La escuela, también la universidad, forma el sedimento de lo que seremos más tarde. Nadie se acuerda de las lecciones de ciencias, lo que quedan son las lecciones humanas que recibimos de profesores y compañeros.