Como dos sombras, una blanca y otra negra, el gato y el perro me siguen a todas partes. No tienen ninguna personalidad, son como alfombras que solo se ponen en movimiento cuando yo lo hago. Andan por el nuevo piso cansados, sus rutinas han cambiado y al gato sobretodo, se le ve superado por tantos metros cuadrados inexplorados y llenos de peligros. El otro día vino el pintor y nuestor gatito se metió en la parte hueca de un sofá y no salió en todo el día, y con las mudanzas le pilló un estrés que a punto acaba con él, iba con la mirada perdida, la mandíbula desencajada y la lengua fuera. Parecen un geriátrico, el perro tiene un soplo que lo obliga a medicarse (unas pastillitas la mar de caras llamadas Fortecor), además es un animal tan pasional que se agota con todo, todo en él es emoción, la emoción de que le mires, la emoción de sacarlo a la calle, la emoción de robarle el protagonismo a su compañero felino para que lo acaricies a él... Y eso a su edad, casi nueve años, y una vida llena de historias: lo cogí de la protectora, un perro negrito e ínfimo, nos juraron y perjuraron que llegaría a un tamaño medio, hasta las rodillas o más, recuerod que me señalaba el veterinario de allí, y nueve años después sigue ínfimo, enano, y llega a las rodillas si se pone de pie; y ya no está tan negrito, peina más canas que Haníbal, el del Equipo A, y para redondear su aspecto, el otro día se apoltronó junto a un zócalo recién pintado y ahora parece una jodida cebra, le he frotado el pelo con aguarrás y no hay manera; o la historia más surreal, llegó a lanzarse de un balcón cuando vió que nos íbamos sin él. Cayó desde cuatro o cinco metros, y lo hizo a sabiendas, tomando carrerilla y todo, pero la divinidad perruna estaba con él y le hizo golpear el suelo a cuatro patas. Sobrevivió, y aquí lo tengo, a mi lado. Las personas no podemos dar todo nuestro amor al marido, la mujer o al hijo, necesitamos una pequeña parte para nuestro uso y disfrute personal, un porcentaje de amor para gastar en caprichos. Por eso hay gente que ama sus discos, su coche o sus animales, o que una noche decide amar a otra persona. Ahora, mi gato y mi perro pasan mucho calor, y se dejan caer en el suelo, más fresco, como toros muertos, pam, y no mueven un músculo... hasta que yo no lo hago, claro.