miércoles, agosto 20, 2014

CENAS

Están las cenas que son un horizonte y una promesa.

Reunes a las personas adecuadas en el restaurante adecuado, y los momentos se van desplegando sin que importe ni cuándo ni dónde termina todo. Hay que saber estar ahí y ser consciente de lo que estás viviendo. Ser consciente de la partitura y de los ritmos, adecuar el tono, la cantidad de alcohol. Pero todo va ligero y sencillo, los acentos y la delicadeza, las páginas que van pasando y la ceremonia. Sé de lo que hablo, estar en una gran mesa y vivir esos momentos.

Cuando eres padre sin embargo todo cambia. Se abre un periodo de excepción, y la ceremonia, aunque lo pretende, no es la misma. Sabes que ahora hay horizonte, el que dibuja el cansancio de la pequeña, y que mil horas antes de lo que hubieras deseado, has de dejarlo todo por ella. Luego, en la habitación del hotel, piensas en el gin tonic que se toman los demás. Pero está bien así. Marina finalmente cae, y la miro. No tengo sueño, pero me gusta escuchar como respira.