
Cine francés duro y sin concesiones. El día a día de un agresivo policía en una comisaría de barrio. No parece una ficción, es como si vieras la vida misma. La vieja comisaría, las ostias a los detenidos, los calabozos, los interrogatorios y por encima de todo el protagonista, el policía magistralmente creado por Gerard Depardieu, primero un cerdo que tortura a sus detenidos, luego un ser humano que poco a poco nos abre su corazón al enamorarse de la persona menos adecuada. Memorable también la subtrama de amistad entre Depardieu y el abogado que defiende a la mayoría de detenidos que llegan a sus manos. Vale la pena detenerse en cualquier escena aparentemente vacía, como cuando Depardieu se mete en un bareto de madrugada y un detenido a quién él había golpeado dúramente en comisaría, salido ya del trullo, le invita a un whisky, sin rencores; a veces las historias policíacas no se reducen a persecuciones de coches, en Police no recuerdo ni una, pero en cambio es la visión más veraz y documentada que he podido disfrutar del mundo de las comisarías. Dirige Maurice Pialat. Ya no se hacen películas así.