
En efecto, Mogg, Way y Paul Chapman (excelente guitarra que tuvo el premio, o la tortura, de sustituir al prodigio adolescente Michale Schenker), siguieron con sus formas tradicionales, incorporando versiones de rock clásico, emocionantes baladas, rock de traje y pajarita, y marcando canciones a base de riffs tan puros y recios como la madera de una buena barrica de Rioja. Sin embargo, los ochenta fueron lentos y desagradables para la familia ufóloga, ya se sabe, el alcohol jodió el cerebro del frontman Mogg, tanto que aún hoy en día sufre sus consecuencias, luego se marchó Pete Way (en mi quinteto ideal de bajistas de toda la historia) y la banda se paseó por el AOR facilón de discos malos pero entrañables como Misdemeanor, del 86. Luego en los 90 se reunieron de nuevo con el bipolar Schenker y recogieron la siembra de sus éxitos pretéritos en giras emocionantes, y siempre, siempre, manteniendo la dignidad en estudio. Ahora siguen dignos, muy bien afinados y conscientes de lo que pueden dar de sí, ayudados por la energía y virtuosismo del guitarra Vinnie Moore, aunque hasta nueva orden, el carismático Pete Way está de baja por un problema de riñones. Él, que no bebe.