
(Mike Farris en la portada de su último disco. Cantando victoria)
Sobrenatural la capacidad de este hombre para que una mierda de sala calle la boca y se concentre en la música. Ayer, Mike Farris paró el tiempo durante tres, cuatro, cinco ocasiones, hizo y deshizo los pentagramas con su voz, recuperó maravillas de su ex banda Screaming Cheetah Wheelies (ese Gipsy Lullaby es un tema clave para mi), versionó a Johnny Cash, repasó esa enérgica oración que es su último disco en estudio Salvation in lights (nada tengo escuchado del alabado directo que ha editado hace poco, tendré que remediar eso pronto), se rió e interactuó con el público, y vibró como un recién llegado al templo de dios. Green green grass of home, Selah! Selah!, dos de los muchísimos momentos impagables. Lo mejor es que él también se sentía afortunado de estar allí, sonreía, sus zapatos taconeaban el suelo con fuerza cuando cantaba, y generoso, alargó el concierto a más de dos horas. El ahora y aquí es lo que cuenta en las canciones de este tipo, reafirmar el momento y notarlo en tu piel, agarrarte a la roca en medio de la corriente y ganar.