
Soy fan de la serie original desde niño, más todavía si cabe de la Nueva Generación con el gran Patrick Stewart, el mejor capitán que haya tenido nunca el Enterprise, y ahora lo soy de esta resurección. Hay acción, un buen argumento, entretenimiento, ese tono un poco más cerebral que tiene Star Trek desde que se empezó a emitir la primera serie en los 60, y hay un montón de esas paridas que nos gustan a los trekkies: los uniformes de siempre, las frases, larga y próspera vida, Scottie en la sala de máquinas, Chéjov y su acento ruso, Uhura, y esas localizaciones que ya son como nuestra segunda casa como la sala del transportador... quizás, por decir algo, el guión no le ha dado suficientes frases cínicas al doctor McCoy, que en la serie original siempre estaba en sangrante pugna con Spock, y que aquí pasa demasiado desapercibido. Abrams y los guionistas Roberto Orcci y Alex Kurtzman podrían haberse distanciado de la tradición, pero han escogido recuperar las señas de identidad de Star Trek, y los fans estamos de enhorabuena.