
Todos los discos, sobre todo los grandes discos, los de largo recorrido, tienen una o varias puertas de entrada. Suelen ser puertas pequeñas, caminos secretos que te permiten entrar en las canciones hasta su túetano. Hay discos que no se miran desde fuera, porque entonces engañan, y es fácil pasar a otra cosa y olvidarlos; hay discos que son cajas y hay que encontrar la forma de abrirlas para que revelen sus secretos.
En mi caso, y hablando de este
Push the sky away de
Nick Cave & The Bad Seeds, la puerta ha sido
Jubilee Street, e intuyo que el propio artista australiano sabía que esa sería una de las principales
puertas a la música de este álbum. Es una oscura historia que me ha conectado a todos los
Nick Cave que he amado desde que descubrí su música en los tiempos de
Let love in; aquí hay amor y muerte, un crescendo formidable y una canción que podría haber formado parte de la banda sonora de
Promesas del Este. No es que este sea un disco difícil, simplemente que
Cave y sus
Bad Seeds han pulido las aristas sin dejar que estas dejen de pinchar, y han aplacado sus arrebatos como no lo hacían desde
The Boatman´s call; ahora la música funciona como una ciénaga sonora sobre la que
Nick Cave recita más que canta largas letras.
Quizás por ir al lado contrario que sus últimas obras, o por discutirles el ruido y la barbarie a sus
Grinderman, Cave firma un disco frío, sutil (
We real cool por ejemplo), con letras de diario personal, vigilia y sueño (
Finishing Jubilee Street), un gélido paisaje musical que, como siempre en su autor, encierra en su interior fuego, amor y muerte.