viernes, diciembre 23, 2016

NAVIDAD

Siempre me ha parecido bien el consumismo desenfrenado en estas fechas. Dejando de lado las colas, los enfados y las prisas, me parece perfecto que articulemos nuestras ansias mediante la targeta de crédito. Demasiados errores y cargos de conciencia que llevamos, dejad que compremos, que corra el sueño de que todo puede ser mejor con solo teclear el número secreto de la VISA.

Y luego están los niños. Mi hija está exprimiendo el relato navideño al máximo. ha disfrutado cada día de la espera, del calendario de adviento, del Tió, del árbol, de dibujar lo que les pide a los Reyes. Mi hija nos está regalando los mejores días de nuestras vidas. A veces me pongo triste, o ansioso, porque los momentos que me regala son tan maravillosos, que no puedo evitar pensar en si algo los podrá superar.
En este momento, mi pequeña encaja perfectamente conmigo (y con su madre); me conoce, le gustan mis tonterías, Miguel Ríos, inventarse canciones sin sentido, que es un deporte que llevo practicando a diario desde que tengo uso de razón, y que dios mío, jamás hubiera imaginado que pondría en práctica mi propia hija. No me admira, ni debo ser su héroe. Me quiere y le gusto como soy.

Qué fuerte y que dulce es Marina, y cuánto tememos lo que le depare el futuro. De momento, la quiero a mi lado a cada momento, y como eso es imposible, a veces navego por el día como un niño castigado. Marina no deja de pensar ni un segundo en la Navidad, como no amar pues estas fechas.   

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