viernes, septiembre 01, 2006

CACHÉ (MICHAEL HANEKE)




Tenía ganas de verla, y no me ha decepcionado. Caché es una película superior. Michael Haneke está en otra liga. Su visión no tiene nada que ver con lo que hacen los demás.
Ver como se desarrolla la trama del film (un matrimonio bienestante recibe extrañas cintas de video en las que aparece el exterior de su casa grabado durante horas) es un placer: como un thriller, como aquella primera parte de Carretera Perdida de Lynch. Pero lo mejor es cuando te das cuenta de que a Haneke le importa una mierda la trama del thriller, y la utiliza para meterte enmedio de lo que es un matrimonio que se viene abajo, que no puede comunicarse ante una situación que desata todos sus miedos, sus pequeñas bajezas morales; un marido que debe enfrentarse a sus culpas del pasado (es el personaje más complejo que he visto en mucho tiempo, fabuloso Daniel Auteuil), te va hablando de la hipocresía de la clase media alta, de las secuelas que han sufrido las familias inmigrantes que durante generaciones han tendio que malvivir, despreciados por el resto del país. De lo gilipollas que somos todos, con nuestra posición social, nuestro trabajito, nuestros lujos tan asumidos, nuestra vida que creemos tan bien asentada y tan merecida. Codigo Desconocido, otro de los films de Haneke, ya nos hablaba de todo esto, pero ahora, lo que cambia es que el director y guionista sigue mordiendo hueso de la sociedad a la vez que traza un relato lleno de intriga.
Hay en el film situaciones que te violentan porque son normales, porque a ti y a mi también nos han pasado. En una de ellas, Daniel Auteuil cruza la calle sin mirar y casi es atropellado por un ciclista negro. Indignado, le grita, pero el ciclista se detiene, baja de la bici y se encara con él: "repíteme eso en la cara". Y Auteuil calla. Somos tan débiles, a veces pienso que cuanto más nivel social tenemos, cuanto más altos son nuestros sueldos, nos volvemos de algodón, covardicas, muñequitas de trapo.
Como decía, a Haneke le interesa hablar de todo eso, pero es tal su habilidad, que todo lo sientes perfectamente integrado, no te paras a pensar en lo que te están queriendo decir. Estás tan absorvido por la trama y los personajes, por esos planos secuencia larguísimos, por esa providencial ausencia de música que eres incapaz de alzar la vista y ver que Haneke te ha puesto delante de tus más profundas inseguridades.