miércoles, marzo 18, 2009

MONSTRUO

Yo lo recibí el pasado abril como el crimen más brutal y desmesurado que había conocido jamás, todavía hoy el corazón se me encoge al pensarlo, Joseph Fritzl encerrando a su hija 24 años en un sótano... y todo lo que viene después. Ante la infinitud de los hechos (¿alguien es capaz de abarcarlos, de juntarlos todos y meterlos en una caja, en un archivador?) se me ocurren dos formas de acercarse al caso de Amstetten. La primera, la de la hija de Fritzl, Elizabeth, y luego sus hijos fruto del incesto continuado, esa espiral horrible en la que te metes cuando piensas en lo que debe significar que te encierren en un sótano del que no saldrás hasta pasados 24 años. La otra vía es menos morbosa, pero ahí reside el centro de todo lo ocurrido: ¿por qué lo hizo? Lo inexplicable de la maldad no son los hechos en sí, no es el crimen, la sangre, el incesto, el sufrimiento inexplicable, sino el por qué ¿Por qué Fritzl? ¿Por qué?
Mientras, Elizabeth, una chica de más de 40 años y sus hijos tratan de asomarse poco a poco a la luz del mundo. Que lo consigan, que obtengan la felicidad aquí y ahora, sin condiciones. Espero que su país esté a la altura, no es el momento del circo mediático, que los jueces encierren al monstruo en el olvido y Elizabeth conozca la extraordinaria vida cuyos sabores serán ahora para ella puros y maravillosos.