lunes, septiembre 15, 2008

CELTIC FROST: "INTO THE PANDEMONIUM" (1987)


Históricamente Celtic Frost ayudaron a inventar el trash metal y lo convirtieron en speed metal con To Megatherion (1986), pero la mente de Thomas Warrior, feísimo cantante, listísimo tipo, necesitaba expandirse. En 1987 editaron un disco de vanguardia grabado con medios y ambición. Antes de que Metallica descubrieran que con el trash podían inventar, Celtic Frost hicieron lo propio con Into de Pandemonium. Yo cuando lo escuché no daba crédito, si los Beatles de Strawberry Fields fueran trashers y estuvieran en los 80, este sería el resultado: un nuevo metal que absorvía todo tipo de estilos y ambientes: la ópera, la música electrónica, el metal más primario ¡el teatro!... Había riffs y velocidad, pero lo habían llevado a otro terreno, el del metal total, un metal que bebe de todas las fuentes y del que a la vez emana una agua nueva y desconocida. Violines, progresiones pesadas, drama, mucho drama, poesía y violencia. Cuantos grupos de metal épico, tan en boga hoy día, le deberán unos cuantos royalties a este disco. Una obra maestra que jamás superaron, peor aún, se les fué totalmente la olla y en su siguiente disco pretendieron pasar por una banda de hair metal, lo que fue la risa, claro. Hasta hace poco, Celtic Frost iban de festival en festival con una imagen siniestra y una música monolítica y aburrida, lo que gusta a tantas hordas heavys actualmente vaya, esas que quizás desconozcan que Celtic Frost llevaron el metal a la vanguardia, allá por 1987, con Into the Pandemonium.

BARCELONA

Conversación entre motoristas. Un amable señor a bordo de su gigantesca BMW me hace el clásico comentario de "putos ciclistas" en referencia a la promiscuidad de ese fenómeno de dos ruedas sin motor que asola Barcelona, con el visto bueno de la alcaldía, que traza cada día más y más kilómetros de carril bici, privando de espacio a coches y motos, y aumenta el número de paradas del sistema bicing, por el cual te coges en una de esas paradas tu bicicleta con tu targeta bicing y puedes disponer de ella durante dos horas, pudiéndola dejar en cualquier otra parada bicing. Silbemos la melodía de Verano Azul, esta es la era bicing! Bien, el comentario del tipo es otro aviso de una guerra que estallará un día u otro. Primero fueron los coches que guerreaban contra los motoristas, celosos de que esos alocados les robaran cuota de asfalto, ahora son coches y motos unidos bajo una misma bandera, hambrientos por merendarse a la nueva niña mimada del alcalde: la bici, la maldita bici que se salta semáforos y llega antes al curro que tú, que te gastas medio sueldo en Sin Plomo 95. La cuestión es que a cualquier solución que se plantea en esta ciudad, en este caso para reordenar el insostenible tráfico rodado, todos ponemos mala cara. Barcelona sigue siendo una ciudad mimada, malcriada y protestona, incapaz de afrontar los nuevos retos con firmeza. Nadie quiere que le cambien el estatus, si voy en moto que no me vengan con ciclistas, si voy en coche que no me quiten carriles, si voy en bus que pasen por la parada cada dos minutos... Somos tan mezquinos que no nos damos cuenta de que mientras, la ciudad se nos va a la mierda. Ya nadie confía en Barcelona, la urbe de la protesta, las pancartas anti todo en los balcones, los okupas, los erasmus potando por la calle, la inmigración copando barrios, la suciedad, la caca de perro. Hemos convertido los retos en problemas, y los problemas se nos cangrenan sin que queramos hacer nada para evitarlo. El tipo de la BMW, ese tipo es Barcelona: mala cara por todo, cero paciencia, cero soluciones.

"ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO" (Sidney Lumet, 2007)


Todavía se puede escribir una buena historia de atracos, cortarla en pedazos y distribuirla por el metraje de un film como un puzzle, haciendo viajar al espectador contínuamente hacia atrás y adelante en el tiempo, hasta que al final, tiene el puzzle completo. Antes que el diablo sepa que has muerto no cambiará la historia del cine moderno como si hizo Reservoir Dogs siguiendo la misma estrategia de guión, pero sí es un film más serio, profundo y redondo. Un análisis en caliente de personajes que por rozar el éxito que les salvará acaban hundiéndose más y más en la mierda y la amoralidad más absoluta. Poco a poco, vamos viendo que lo que Sidney Lumet nos cuenta no és la historia de un atraco que sale mal, sino la de una familia con heridas profundas que se hunde en cuestión de días, y finalmente, la impactante historia de un padre que decide dar su último e incontestable golpe de autoridad. Realmente impactante este film, y como siempre, una actuación asombrosa en su seriedad de Philip Seymour Hoffman, un hombre que sientes que reflexiona a sus personajes, que los entiende; un complejo y patético personaje para Ethan Hawke, que a veces parece írsele de las manos y una lamentable Marisa Tomei.