lunes, diciembre 21, 2009

MARC BOLAN & T-REX: FULGURANTE VIAJE DE LA CIMA A LA DECADENCIA



Nadie sufrió más que Marc Bolan el reverso de la fama. En los primeros setenta, hasta el 72-73, él fue el máximo fenómeno pop europeo. En su Inglaterra natal la locura por el pequeño emperador del glam de gominola fue comparable a la de los Beatles. Marc era joven, mono, y tenía una insultante seguridad en cada paso que daba, discos capitales como Electric Warrior o The Slider, conciertos extáticos (ver la reeditada Born to boogie, con Marc arrasando con Wembley), y singles que no bajaban del primer puesto. Jeepster, Life´s a gas, Metal guru, Children of the revolution... fueron la banda sonora de los adolescentes británicos que empezaban a maquillarse y a vestirse con plataformas y lentejuelas. Era la falsedad y la fiesta del glam, de la que Bolan fue pionero, principal beneficiario y más desgraciada víctima también.


(Mickey Finn, percusionista en T Rex, y Marc Bolan regalaban actitud a saco en escena)

Porque de 1973 hasta 1977, año de su muerte por accidente de coche, Marc vivió ese lado oscuro de la fama, hubo alcohol, separaciones matrimoniales, una ira que impedía un trabajo normal con él (el mítico productor Tony Visconti, responsable del sonido tan particular de T-Rex, acabó dejándolo en la estacada, no podía más con su comportamiento de estrellita malhumorada o no según le viniera en gana), hubo champagne y brandy, cocaína y un alejamiento preocupante de la realidad. Después del que quizás sea su disco culminante, The Slider, Marc entró en una imparable decadencia. Él público le dió la espalda, la crítica se reía de él, y América le ignoraba. Pero él jamás quiso enterarse.


(Para Zinc Alloy and the Hidden riders of Tomorrow, Marc se cortó el pelo, lo que provocó el enfado de sus fans, los pocos que le iban quedando. Otro disco lleno de fantasía, bisutería pop y aliento negro)

Cuando Bowie ya se había reinventado veinte veces, Marc seguía esperando que los tiempos de singles en el nº1 volvieran pronto. Mientras, bebía y comía pollo como un loco y se descuidaba de su forma física, engordando cual bolilla de grasa. Ahora, con la perspectiva del tiempo, este periodo decadente de Bolan puede valorarse de forma más positiva. Discos como Tanx, el sucesor de The Slider, Zinc Alloy and the Hidden Riders of Tomorrow, o Bolan´s Zip Gun resultan irresistibles, por más que a veces parece que Marc repita riffs y estructuras facilonas, como sacadas del congelador del Mercadona, pop precocinado industrialmente para consumo instantáneo. Son obras cerradas en si mismas, con Marc dando rienda suelta a sus letras absolútamente espaciales, y esas estructuras cada vez más minimalistas de las que hablo, y temas que componía en dos minutos y grababa en tres.


(Joya oculta, nadie se acuerda de este disco. Descúbrelo)

Pero Marc tenía el don, y escuchando ahora mismo Bolan´s Zip Gun, lo situaría a la altura de sus grandes obras. Menudo disco, original, divertido ¡bailable! y con esa influencia negra que le dió a los discos de esta época, fruto de su fascinación por la américa soul y de la influencia de su pareja de entonces, la cantante, organista y compositora Gloria Jones, que se unió a los T-Rex de Bolan y aportó coros con su increíble voz y una presencia escénica fascinante. Sin embargo, por entonces la perspectiva de aquellos años 1974-75-76 era otra. Bolan era una reliquia del pasado, le diseñaban patéticas giras por puebluchos de la costa británica, ante los cuatro fans que le quedaban, y tours de telonero por Estados Unidos, en los que el alcohol y el malhumor (incluídas peleas sonadas con Gloria Jones) le impedían ser el Bolan de antes, si bien a nadie le importaba, puesto que los pabellones todavía estaban medio vacíos cuando él y sus T-Rex salían a escena.


(A pesar de vivir en una clara pendiente artística, Gloria Jones le dió amor y alma soul a la vida y obra del último Bolan)

Nadie le respetaba ya, por más que Bolan se mostrara ante los periodistas como el mejor colega de la estrella del momento, Bowie (a quién había despreciado cuando este empezaba a despuntar y él estaba en la cima), y como un artista activo con mil proyectos de cine y música en la cabeza. Sin embargo fue la televisión la que reactivó su carrera. Los productores vieron filón en su figura carismática del pasado, y le dedicaron programas especiales como Supersonic, donde Marc cantaba sus últimos temas y algún clásico rodeado de escenografía ultra kitch.


(En la fase final de su carrera Bolan cambiaba de aspecto con frecuencia, aquí con su famosa mecha de cabello blanca)

En una de esas actuaciones, Marc apareció con el rostro pálido y el pelo al más puro estilo siniestro, cuando nadie sabía lo que eso significaba todavía. Una joven Siouxie vió su actuación y tomó nota. Bolan acababa de convertirse en padrino del punk y la estética siniestra, lo que, seguro, le llenó de orgullo. Desgraciadamente, cuando todo podía suceder en su carrera, y su creatividad podía dar aún algunas alegrías, su Mini, conducido por Gloria Jones, se estampó contra un árbol. Marc murió al instante. Pero su música no, claro, por ello recomiendo meterse a fondo y sin complejos en cualquiera de sus discos desde Electric Warrior. Es una carrera fascinante, música que salía como los algodones de azúcar en las ferias, en un plis ya tenías algo dulce y hermoso en la boca.