martes, mayo 13, 2008

Allman Brothers Band - Blue Sky (1991)

Gregg Allman se enciende un piti, Warren Haynes borda el slide, y Dickey Betts se hace otra vez inmortal.

DICKEY BETTS & GREAT SOUTHERN (BIKINI 12-V-08)


Ya lo tienen esto algunos conciertos. La impresión de que estás en el momento concreto, en el lugar adecuado. Ayer, durante casi tres horas, eso es lo que sentí, en la sala Bikini, moviéndome sin parar, como un monigote descacharrado, al son de la música de una leyenda, Dickey Betts.
El sonido estaba allí, el sonido de los Allman Brothers, la fina guitarra de Dickey, su voz, el blues el rock del sur, lo inesperado, los desarrollos espontáneos en una cascada de solos de guitarra, acompañado de una banda fantástica, una especie de remake de sus Allman Brothers, más joven, más enérgica, con dos baterías, una locomotora a toda pastilla. El concierto fué una ceremonia de jam rock sureño de pe a pa: dos sets larguísmos con intermedio (¡mucha gente pensó que el concierto había terminado después del primer set de canciones!), y esas catedrales sónicas que constituyen la herencia viva de loa Allman Brothers: versiones de temas que pasaban de los veinte minutos, y un repertorio de ensueño. En la primera parte tocaron Blue Sky (¡qué tema! ¡no hay nada, nada mejor que eso), y yo casi con lagrimones, luego In memory of Elizabeth Reed, momentos de intensidad que sube y sube, esa especie de dragonkhan que es esta música, con tantos pasajes distintos en una misma canción y minutos de una fuerza increible. Salieron como invitadosa Raimundo Amador y Javier Vargas (Dickey, que chochea en estas cosas, presentó al primero como Raimundo Vargas). Improvisaciones interminables, una banda fantástica repito, con un clon de Gregg Allman a los teclados, un slide fantástico y el hijo de Dickey a la otra guitarra (eran tres guitarristas, ataque frontal, definitivo, a las seis cuerdas). En la segunda parte un Southbound explosivo e inacabable, y terminan con el himno Ramblin´ man. No hay palabras, Dickey Betts defiende una tradición, una genética del sonido y la actitud con más de sesenta años a sus espaldas, es un outlaw, un cabrón que ha follado más que tú y que yo en mil vidas, un crápula que aguanta el peso de los años sin ceder, con conciertos de tres horas en una mierda de sala en un país que él debe situar entre México y El Salvador. Para mi, el concierto del año, bueno, el concierto de los últimos años. Un privilegio que rara vez se da en esta mierda de país donde nos ceban a base de festivales multitudinarios. Yo estuve con el cabrón de la portada del The Allman Brothers Band At Filmore East, que me compré, orgulloso, con 12 o 13 años en una Fira del Disc, estuve con Dickey Betts, el hombre que compartió guitarra solista con Duane Allman, y lo mejor es que él no ha desmerecido esa leyenda, es más, la ha hecho más grande. Estuve en el lugar adecuado en el momento justo, y no querría haber estado en ningún otro sitio en la Tierra.