martes, junio 11, 2013

RABIA

Hay que soltar la rabia. Algunos tenemos gracia y lo hacemos cantando (gritando) en una banda, escribiendo, escuchando música... otros son imbéciles y la sacan en la calle, amenazándote con darte de ostias por una incidencia de tráfico cuando ellos tienen la culpa (me pasó hace dos semanas, le dije dame las ostias que quieras, llamaré a la policía. Se fue y me llamó de todo), otros la sacan rajando como carniceros, ras, y destripando a los demás, por la espalda desde luego. La rabia la tenemos todos, y somos responsables de hacerla crecer en nuestro interior o de mantenerla controlada. Podemos vivir siendo unos aspersores de rabia toda la vida y seguir cayendo bien a la gente, y que no se nos note, o podemos convertirnos en estresados pacificadores, que mantienen los malos sentimientos a raya, aunque nos cueste la salud mental. Se trata de los límites que te marques, y nunca serán los mismos en toda tu vida. Hoy te sientes benévolo, y repartes amor hasta a quién no lo merece, y mañana eres un bazuca de mal rollo y sales a la calle en busca de sangre. Yo siento rabia de vez en cuando, un sentimiento no muy lejano a la miseria, y por las cosas más estúpidas, mientras que por problemas mayores ni me inmuto y reacciono con indiferencia. Tengo teclas jodidas, y si se tocan, aunque sea por la tontería más microscópica, la chispa se convierte en incendio y se me atraganta el mejor Priorat, la mayor de las sonrisas. Asumir la rabia, nuestra parte de culpa en la miseria del mundo, tratar de controlarla y, ay, de vez en cuando soltarla.