jueves, septiembre 08, 2011

LOS QUE EDUCAMOS

Una de las razones por las que adoro la serie Dowton Abbey es que habla de la dimensión moral de un trabajo tan poco entendido hoy día como el de sirviente (o camarero, cocinero raso etc.). Las distintas formas de afrontar el trabajo por parte de los personajes de Dowton Abbey son más que una simple obligación a las órdenes del rico propietario, son una metáfora de la vida. Hoy he tenido el privilegio de asistir a la conferencia de un ex conseller (los jueces catalanofóbicos les llaman ahora "consejeros") de educación. Qué suerte la de poder escuchar a alguien que entiende que un trabajo, en este caso el de educador, es una metáfora de nosotros mismos y del mundo. Qué suerte poder llenar varias hojas con apuntes que no son morralla teórica, sino materia espiritual que puedes aplicar a cualquier orden de la vida. Escucharle decir que en la escuela se lucha por sociabilizar al niño, por hacerle comprender que forma parte de un mundo al que hay que respetar, y que en cambio, la sociedad en la que vivirá se empeñará en individualizarlo, en venderle que para triunfar te has de preocupar por ti, has de ser duro, has de mirar, solo, hacia delante. O que vivimos de espaldas al pasado, que hemos hecho caducar el pasado, y que no entendemos que somos lo que hemos sido, y que solo el conocimiento de ese pasado nos liberará; y que vivimos como okupas del futuro, parasitamos el futuro, esa carrera tecnológica en la que unicamente importa la cantidad, la información, la inmediatez, y que deshecha el sedimento de las cosas, la introspección, la repetición (releer un libro, reescuchar un disco entero). Nadie mira atrás para entender de donde venimos, solo queremos apoderarnos del futuro cuanto antes. O la dualidad con la que hemos de lidiar los que educamos (de nuevo, eso es aplicable a cualquiera) entre ofrecer al niño todas las facilidades para ser libre y autónomo (la base de la educación), y a la vez darle protección, seguridad, tratando de no coartar su iniciativa. Proteger pero respetando la libertad, y respetando también el error como camino imprescindible para el conocimiento. En efecto, cuántos, cuántos niños se frustran con sus propios errores, y cuántos padres no dejan que sus hijos cometan una sola equivocación. No sé, este hombre hablaba de las dimensiones morales de un trabajo. Y me ha dado razones para entender porque me sigo negando a desprenderme de esta pequeña parte de mi vida. Que un conseller de educación capaz de transmitir tantas ideas de una forma tan sentida y humana, fuera sustituído vilmente por su propio partido a los pocos meses de estar en el cargo, en aras de vete a saber qué aritméticas de partido, es otra metáfora, esta vez de lo mal que va este pobre país.