viernes, julio 24, 2009

MIKE LOVE: EL MALO DE LOS BEACH BOYS


Personaje histriónico y hortera donde los haya, Mike Love -vocalista, pelo claro, pose chulesca de viejo verde, siempre con su inseparable gorra y camisa de flores al estilo Magnum- siempre ha sido y será para historiadores y fans el malo de los Beach Boys.


(Tiempos de juventud, inocencia y éxito, todos sonríen -Mike en el centro-. Al cabo de pocos años ya ni se hablaban)

Desde los 70 ha imperado la corriente crítica que dicta que la banda de California, desde practicamente su nacimiento a primeros de los 60, fue un ente bicéfalo para bien y para mal. Por un lado estaba la parte sensible, creativa y alocada, los hermaos Wilson: el genio depresivo Brian, el autodestrucivo, farrero y genio en la sombra Dennis y el más joven de los tres, el aplicado y sensible Carl; al otro lado del ring se encontraba la parte fría y calculadora, representada por el primo de los Wilson, nuestro querido Mike Amor, y Al Jardine, ellos dos, los que se burlaron de Pet Sounds, los que durante tantas décadas han saqueado el legado de los Beach Boys, explotando los tópicos que les hicieron famosos -la playa, los coches, las chicas- y saboteando cualquier movimiento creativo mínimamente arriesgado por parte de la otra facción.


(Mike a Brian, sesiones de Pet Sounds: "Tio no sé que jodidas mierdas estamos grabando ¿no podrías componer otro Surfin´Safari y nos vamos a casa?")

Naturalmente no era así al 100%, y del pastel de los Beach Boys todos tienen parte de culpa, de los éxitos y de los fracasos, aunque unos más que otros. En cuanto a Mike Love, siendo justos, si bien ha perseguido siempre el éxito fácil y el vivir de rentas editando cuantas veces fuera necesario Surfin´USA o I get around, es cierto que su voz es uno de los rasgos distintivos del sonido Beach Boys, y que el espectáculo en directo lo daba él solito con sus entrañables toques chulescos y prepotentes, y por encima de todo, formó con Brian un dúo compositivo inigualable, Brian aportaba el genio claro, pero ahí estaba Love para darles a las canciones el toque Beach Boy con sus letras y su actitud; Mike mantuvo el barco a flote en la larga, dura y poco popular (aunque artísticamente encontramos varias obras maestras) década de los setenta, porque si hubiese dependido del amasijo de grasa, tabaco y cocaína que era Brian, o del alcohólico crónico que fue Dennis, los Beach Boys ya hubieran estado hundidos antes de llegar a 1975. Mike Love se cuidó de que la banda girase sin cesar para mantener la empresa económicamente viable, y les empujó a grabar pasara lo que pasara. A veces sin embargo se le iba la mano, como cuando impulsó la campaña "Brian is Back" en 1975, con la cual anunciaban a bombo y platillo que Brian Wilson, el genio de los Beach Boys, volvía a producir un disco de la banda y salía por fin de su depresión que le había mantenido encerrado e inactivo durante años; el movimiento estaba calculado para crear el hype necesario y que los medios estuvieran a la expectativa de un nuevo Pet Sounds, cosa que no sucedió ni de lejos, porque Brian estaba peor que nunca: lo habían arrancado casi a la fuerza de su habitación-celda de Malibú y lo habían puesto delante de los controles sin que el pobre estuviera capacitado para mucho más que comerse media docena de big macs. El resultado de "Brian is Back" es el disco de barbacoa 15 Big Ones, un fracaso.


(De esta guisa estaba Brian a mediados de los 70: en la cama comiendo hamburguesas, fumando varios paquetes a la hora, obsesionado con las revistas porno y esnifando all day long)

Mike Love era como Johnny Ramone, el antipático del grupo, el que no confiaba en la chispa creativa, el que votaba siempre por seguir el viejo estilo Beach Boy y dejarse de experimentación, el que les decía a los demás que se fueran a casa y no se quedasen hasta el final de la fiesta, que mañana hay concierto, un borde vaya, pero como Johnny, poseía también un instinto animal de supervivencia que fue imprescindible para mantener a la banda a flote cuando el resto de compañeros vivían en una nube de excesos. El problema es que de los 80 y 90 hasta ahora, Mike Love se ha convertido en un grano en el culo en la historia de los Beach Boys. Durante este tiempo simplemente no ha hecho nada, a parte de girar embutido en sus camisas hawaianas con subgrupos cantando los hits de siempre y currarse proyectos fallidos como un unplugged en el que -pobrecillo- pretendía invitar a Paul McCartney y George Harrison, y grabar discos infumables con versiones country. Aunque cuando más ven sus detractores como es la verdadera personalidad de Mike Love es en las entrevistas, donde aprovecha cualquier excusa para cargar contra Brian y reivindicar créditos por versos en esta o aquella canción. Está celoso porque ahora el mundo reconoce a Brian como un Mozart del siglo pasado, y él sigue siendo el de la gorra y la camisa de flores. En los últimos años incluso ha estado envuelto en batallas legales con los abogados de Brian por asuntos de royalties. En fin, la cara oscura de la historia de esta banda, por un lado la luz de unas canciones y unos discos geniales, por otro la codicia y el mal rollo.


(Mike cuando iba de trascendental en los 70)

Otra de las vertientes de la personalidad de Mike Love es su afición por la espiritualidad y el yoga. A finales de los 70 se le subió tanto a la cabeza la meditación trascendental que incluso se empeñó en grabar el disco de los Beach Boys de 1978, The M.I.U Album, en el Maharishi International University en Iowa (de ahí el título del disco) lugar donde el maestro de Love en la meditación, el Maharishi Mahesh Yogi, daba lecciones a sus adeptos.


(El jodido Maharishi Mahesh Yogi, dispuesto a timar a cualquier rockstar con problemas de personalidad)

Dennis, que a veces era la voz más racional del grupo llegó a decir de este disco, The M.I.U Album, que tanto le gustaba a Love que era vergonzoso y debería ser destruido, añadiendo que Love ya se podía meter la meditación trascendental por el culo ¡Bien Dennis! Hay sin duda una diferencia entre lo que hacía Dennis Wilson en solitario en aquella época (esa obra maestra increíble, poética, llamada Pacific Ocean Blue, que ha sido reeditada a todo lujo hace un par de años) y las canciones chorras de Mike en discos como The M.I.U Album o Light Album, de 1979.
Mike Love, en fin, coleccionista de divorcios y ligón por un lado, por otro empresario presto a pillar cualquier billete verde sin importarle un carajo el arte, y por otro un ser lleno de espiritualidad trascendental, sin olvidarnos claro está, del Mike Love conservador, que se pirra por actuar en Washington cada 4 de Julio y que defiende las esencias norteamericanas como lo haría todo un Ted Nugent. Es la némesis de Brian Wilson, el malo de la película, y aún así, si no fuera por él y su tenacidad, la carrera de los Beach Boys no sería la catedral del rock que es hoy. Olvidemos sus perrerías y reconozcámosle su parte del mérito.


(Mike y otro Beach Boy ilustre, Bruce Johnston: ordeñando la vaca en plena tercera edad)

PLAYA

Odio la playa. De 10 de la mañana a 4 de la tarde la playa debería estar vetada a la gente con un mínimo de criterio, después, por la tarde, sin tanta gente y el sol poniéndose despacito, la playa tiene un aire más melancólico y refrescante, dan ganas de pasear y tomarse un gin tonic mientras ves como el azul del agua va mutando hacia la negrura nocturna. Luego yo voy a la playa, a mi pareja le gusta y lo acepto, pero voy poco y me paso el rato hecho un caracol leyendo el diario, escuchando música o durmiendo. En agosto vamos unos días a Cabo de Gata, la única zona de playas que soporto por ser símplemente excepcional en cuanto a paisaje y por no estar invadida por los típicos habitantes playeros del resto del país, que son unos cutres. Porque la playa se ha convertido más o menos en lo que vemos en la tele en programas como Callejeros o las copias que han puesto en marcha otras cadenas, sí, en estos programas de reportaje kamikaze se exagera, y se selecciona lo más friki y estruendoso, pero para qué engañarnos, la playa es así, mayormente tunning, hortera y sucia. Cutre. El paisaje playero actual es tan lamentable que ya ni intento abstraerme escuchando por los auriculares a grupos veraniegos por excelencia como Van Halen, de hecho, estoy seguro que cuando Dave Lee Roth escribía Hot for the teacher o Sammy Hagar hacía lo propio con Summer nights, no pensaban en playas como las del litoral barcelonés, si lo hubieran hecho quizás les habría salido una versión de King África.