miércoles, noviembre 03, 2010

BLACK COUNTRY COMMUNION, 2010


El nivel de forma de Glenn Hughes es tan exagerado que me parece que detrás de su imagen vampiresca y casi andrógina se esconde un holograma. Quién dice que las personas no pueden cambiar, cuando en su caso pasa de ser un despojo humano hinchado de drogas a un fibrado soulman que se toma cada proyecto como si fuera el último de su vida. Black Country Communion es otra de sus criaturas, en este caso un supergrupo (aunque hoy día le llaman supergrupo a cualquier cosa) bicéfalo, con Joe Bonamassa, el joven guitarrista de blues que gusta tanto a los ejecutivos (esos cuyos padres solo gastaban discos de Eric Clapton), de indudable talento, influencias hard rockeras y pintas a medio camino entre un repartidor de pizza y un McCaulay Culkin adulto y trajeado a punto de entrar en el juzgado acusado de fumar marihuana en una fiesta. Que a los teclados esté Derek Sheridan me da igual, y que a la batería esté alguien con la poca gracia de Jason Bonham también, sinceramente esto de supergrupo solo tiene a los dos cabecillas. Black Country Communion, el disco, puede traerte de cabeza, es espitoso, soulero, funky y heavy. Glenn Hughes se desborda en cada tema (I am a Messanger!!! grita a pecho descubierto), su bajo y su voz son todo pasión y ritmo, y a Bonamassa (¡bravo por Song of yesterday, Joe!) todo esto le sienta de maravilla; el tipo se ha empollado desde crío la herencia Deep Purple, y tocar en estas canciones le sale del alma.