miércoles, agosto 12, 2009

PORTEROS DE NOCHE

Hay algo que nos repele de los porteros de bares, discotecas, puticlubs, incluso hay algo que nos repele de los revisores del metro y los árbitros de fútbol, aunque sean trabajadores como tú y yo, aunque cumplan con su cometido y cobren a fin de mes. Ahora vivimos en una calle que en un extremo agrupa cuatro clubs de sexo seguidos uno del otro. No arman jaleo, y lo que sea que se cuece, se cuece dentro y no te enteras, pero fuera siempre están los porteros, de lunes a domingo. Charlan durante toda la noche y no la lían, pero el aspecto de uno, repeinado y sobrado cual personaje de papel couché, la forma con la que lanzan un cigarrillo tras otro a la acera, la actitud, el porte, algo falla, algo es jodídamente repelente. Tienen poder, un poder estúpido y mínimo, pero lo tienen, ellos son la línea y si quieren no pasas, el gallito picoteará en el gallinero únicamente si ellos le dejan hacerlo. De adolescente, a veces, no me dejaban entrar en las discotecas pijas a las que iba con la gente de la clase, recuerdo una ocasión en la que vieron mi camiseta de Therapy? -la recuerdo porque era horrenda- mis bambas y mi borrachera, y me mandaron a tomar viento entre risas; otras veces me echaban una vez dentro porque yo en verdad no quería estar allí, y por una razón o por otra me cogían del brazo y fuera, supongo que la liaba, a mi manera totalmente infantil, porque jamás me he metido en bullas, dios me libre. Esos vigilantes aplicaban su cuota de poder, es demasiado tentador tener unas cuantas tarjetas rojas en el bolsillo y no sacárselas a nadie. Pero no era que me echaran, era la actitud, el porte. Cuando actuaba como ladronzuelo profesional en El Corte Inglés y me pillaban llenando mis bolsillos de cassetes de Judas Priest, tampoco era el hecho de que lo hicieran, de nuevo era el gesto a lo Patton de seguratas, porteros y vigilantes. Gracias a eso, de joven aprendes a odiar la autoridad, hasta que pasan los años y entonces, si eres inteligente, reconoces que el mundo necesita policía, mucha policía. En todo caso, me parecían graciosos -y repelentes- los vigilantes-Patton de grandes almacenes y discotecas, con sus galones imaginarios y su chulería, y me lo parecen ahora los de los clubs de mi calle, cuando de noche paso por delante con mi perrito.