sábado, enero 17, 2009

BARÇA

Nunca he sido futbolero, pero me gusta ver partidos de vez en cuando, y estar al quite de lo que ocurre con la liga y el Barça, leo sobretodo artículos en las secciones deportivas de los diarios, de gente como Marius Carol, Sergi Pàmies en La Vanguardia, y de John Carlin o las crónicas de Ramon Besa en El País, fantásticas muestras de literatura periodística deportiva para lectores inteligentes y/o con buen gusto. Ahora el Barça gana con entrega y finura, y su determinación y sensibilidad en el campo son por fin un ejemplo. Da gusto que a los niños les guste el fútbol. Ver jugar a tipos como Alves es recibir una valiosa lección de humanidad: como el esfuerzo, la insistencia, la autoconfianza y el talento trabajado día a día dan sus frutos. Que dure.

IGGY POP: "ZOMBIE BIRDHOUSE" (1982)


Es una anomalía en mi personalidad. Me encantan las etapas oscuras y menospreciadas de mis bandas y solistas favoritos. Amo la peor etapa sin maquillaje de Kiss, cuando no llenaban ni medio pabellón, adoro la era más petarda de los Scorpions y soy fanático del que muchos piensan que es el peor disco de Iggy Pop, Zombie Birdhouse. 1982, Iggy bebe y esnifa todo lo que puede y más, se siente perdido y se va a vivir a New York donde pasa desapercibido y tiene como tarea más costosa, buscarse una tienda de comidas chinas y llevarse la cena a casa; después de un disco comercial fallido para contentar a la casa de discos de turno, Party, Iggy está por los suelos y su reputación bajo tierra, pero en un momento de iluminación decide que lo suyo es grabar la música que siente, sea o no sea apta para las masas (como a Lou Reed, la industria musical había intentado transformar a un freak como Iggy en un producto rentable y radiable), así que graba Zombie Birdhouse apoyado por los Blondies Chris Stein al bajo y Clem Burke a la batería. El resultado no es uno de los mejores discos de rock n´roll de la historia, como nos quiere hacer creer el autor de la biografía de Iggy Gimme Danger, pero sí un disco de punk marciano: rabia, sonido de tintes ochenteros pero sin perder la garra, melodías extrañas y buenas, en algún caso muy buenas, canciones. Es un disco especial, Iggy grabaría buenas obras en los 80, como Instinct, pero discos especiales como este no llegarían hasta Brick by Brick y el maravilloso American Caesar, la culminación de la ambición compositiva del padrino de Ann Arbour. Recuperar este disco en una reedición de 2003 fue un bonito viaje que me gusta repetir de vez en cuando. Es una sensación placentera, onanista, escuchar y disfrutar de un disco del que ni su propio autor se acuerda.