sábado, enero 24, 2009

"EL INCIDENTE" (M. NIGHT SHYAMALAN, 2008)


Cómo la carrera de un director puede ir tan exageradamente cuesta abajo. Lo de M. Night Shyamalan es un caso a estudiar. Desde El sexto sentido cuenta con el bulo de todo Hollywood, que increíblemente todavía se lo toma en serio. Estuve viendo El Incidente, su último film, y de verdad que este hombre ya no puede ir a peor. Sus guiones son de una mediocridad absoluta, su obsesión por parecer profundo es insultante, sus diálogos son infantiles y patéticos, sobretodo cuando intentan parecer graciosos; el desconocimiento de Shyamalan del comportamiento humano es total, porque de sus personajes y las relaciones que se establecen entre ellos no te puedes creer nada, todo es frío, precocinado y recalentado ¿Y qué decir de los finales? siempre empeñado en montar finales inesperados y reveladores, como hizo brillantemente por única vez en su vida en El sexto sentido, pero que ahora son propios del peor culebrón; los finales de Señales, con Mel Gibson recuperando la fé en el último plano, el estúpido clímax a cámara lenta en La joven del agua (¿de verdad alguien puede tomarse en serio esa... cosa?), o la soberana memez de El incidente, con la protagonista contentísima con su predictor, deberían ser censurados, eliminados de la faz de la tierra. Tantos buenos directores muriéndose de asco y este tipo que nos tiene engañados a todos...

BUDDY RICH & GENE KRUPA: "THE DRUM BATTLE" (1952)


No me disgustan los solos de batería. Desde el Moby Dick de John Bonham hasta los solos de Ian Paice en Deep Purple o docenas de baterías más, disfruto con esa pausa en los conciertos metaleros en las que el batería se explaya y el resto de la banda aprovecha para mear en el backstage y aprovisionarse de bourbon para afrontar lo que queda de concierto. Pero hoy escuchaba a la hora de la cena el disco The Drum Battle, directo grabado en Nueva York en... ¡1952! donde dos baterías tan inabarcables en su influencia como Gene Krupa y Buddy Rich se lanzan en una batalla de baterías sobre un fondo de jazz maravilloso, vivo, incandescente. La garra de este tipo de baterías es increíble, sus solos eran el verdadero estribillo de las canciones, y el público enloquecía cuando los demás instrumentos callaban para dejar oir la frenética batería de Gene Krupa. Ideal para Gin Tonics y Dry Martinis servidos con gracia y a buen ritmo.