miércoles, enero 14, 2015

CON LA OSTEÓPATA

 
Solo entrar en la consulta de la osteópata, me ha hecho quitar toda la ropa y ponerme en un engendro metálico boca abajo. No me ha gustado, no vamos bien, he pensado.

Una barra fría me cortaba la grasa de la barriga, flop, y yo no daba con la posición buena. Un jamón en la bodega, despojo cárnico, flop, flop, flop. Luego ha venido casi una hora de peleas con mi espalda. La osteópata me ha hecho un daño enorme, se ha esforzado en ello, pero supongo que se trata de eso. La semana que viene más. Y en breve trabajaremos la pelvis, que tienes un desequilibrio. Joder.

Me he sentido un enorme e inútil pedazo de carne blanquecina. Realmente estoy jodido. Era incapaz de poner las piernas o los brazos como me pedía, y cuando daba con las jodidas teclas que dolían, mi reflejo era levantar el brazo, "¡no me pegues!". Tengo 38 años, y hoy he tenido otra prueba de mi deterioro. Ojo que no voy de víctima de nada, mi vida es buena, pero jamás habría pensado, con 18 por ejemplo, que nos veríamos así tan pronto: una morcilla boca abajo. Así tal cual, uno se siente fracasado. No cambiaría la comida, la bebida, y las cosas buenas que me he metido en todo este tiempo, soy así. Lo que me gusta lo devoro, soy un cerdo hambriento, como sucio y bebo mal, siempre caótico, con prisa, con tensión. Es como si comiendo rápido se notase menos la derrota.

El sobrepeso, la baja forma, la gula y los dolores tremendos de barriga me han acompañado desde los 25-30. Pero pocos días me he sentido tan derrotado como hoy. Y sin espejos de por medio. Boca abajo, flop, flop, como un jodido embutido del peor Día.