jueves, abril 17, 2008

CRUCEROS

El Queen Victoria, el crucero más grande del mundo, está amarrado en el puerto de Barcelona. No dudo de los beneficios que aportan a la ciudad este tipo de embarcaciones de recreo, al contrario que los aficionados de los equipos británicos de fútbol, que vienen a miles y los confinan en recintos cerrados tipo pipican -con cerveza casi gratuita- para que no molesten y que los pubs y bares de la ciudad no vean un duro. Gràcies alcalde. Bien, el Queen Victoria, una especie de hotel flotante de Benirdorm versión deluxe está en Barcelona. Los cruceros son las vacaciones de la gente que no sabe lo que es estar de vacaciones. Existe un tópico que dice que cuando no trabajas y la empresa te da los días de rigor en verano, lo mejor es no hacer nada, meterte en un crucero por el Mediterráneo o el Báltico y convertirte en una especie de morsa inútil que no hace más que comer, tomar el sol, comer, beber, comer y acudir por la noche a espectáculos estúpidos y fiestas de disfraces, ah, y de vez en cuando desembarcar para ver alguna pirámide o comprar chucherías en una isla griega. Los clientes del Queen Victoria son unos inútiles, se tumban y dejan que el mundo se les escurra de las manos mientras piden bloody marys al camarero y juegan una partidita al black jack. Las vacaciones no son para que el mundo se detenga y te conviertas en un saco de grasa. Dudo que jamás pise un crucero, prefiero conocer sitios, pasear por Londres o cualquier ciudad, irme de safari o alquilar un todoterreno en Islandia y perderme. Hacer algo con mi tiempo libre, en suma. En el Queen Victoria, el crucero se mueve de una isla a otra, pero tú sigues en la hamaca, mientras el mundo, el mejor mundo posible, que es el de tu tiempo libre, se te escurre de las manos.