lunes, enero 23, 2017

EL FUTURO Y OTRAS COSAS


Soy pesimista con respecto al mundo que nos dejamos a nosotros mismos y a nuestros hijos.

Llevo algunos años replegándome, recogiendo cosas y cachivaches, barriendo y limpiando la casa de todos los desastres y las cosas bonitas que he hecho. Antes quería salir, gritar, revolcarme por el suelo y hacer que la gente bailara conmigo. Ahora tengo la sensación de tener que recogerlo todo. Llego a lo que llego, y en un buen momento puedo hacer que tu conversación conmigo sea divertida y agradable. Dios, el sentido del humor. Necesito burlarme de los que opinan y juzgan de forma grave y unívoca, los que no se ríen de si mimos, los que cambian el mundo a golpe de tweet, o de lo que sea. Tal es mi pesimismo que prefiero trabajar como una mula y callar. Me he quedado seco de historias y cuentos. Me he quedado sin voz. Y me parece bien así.

Mi hija me necesita a cada segundo. Hacer de sus momentos conmigo algo bonito y digno. Me preocupa lo que se va a encontrar, el percal en el que la dejaremos cuando ya seamos viejos. Por eso exprimo mis momentos con ella como si fueran únicos. Estaré al lado de mi hija, y de mi mujer. Ellas me definen y me dan toda mi dimensión. El mundo puede esperar. El mundo somos nosotros, a más soy incapaz de llegar. Cuesta llevar el día a día, el trabajo y las cosas, el buen humor. No me pidáis más. Todo cuesta mucho.