sábado, octubre 11, 2008

"ON THE ROAD WITH THE RAMONES" (Monte A. Melnick & Frank Meyer)


Cuando los Ramones dieron su último concierto en 1996 y luego fallecieron al poco tiempo Joey, Dee dee y Johnny, parece que la caja de los truenos se fue abriendo y rebeló que dentro de la máquina de punkear melodias pop a ritmo de one, two, three, four durante dos décadas, había una despensa llena de carne podrida. Los Ramones no se aguantaban entre ellos, Joey y Johnny no se hablaron durante años, Dee Dee vivió su existencia al límite y tenía trastorno bipolar, Joey era un enfermo con un trastorno obsesivo-compulsivo que condicionó toda su vida y le hacía capaz de pasar cincuenta veces por la misma puerta si creía que "debía hacerlo", drogas, mucho alcohol, desórdenes mentales de todo tipo, malas caras todo el día, expulsiones de baterías por alcoholicos... Todo este panorama pertenece a una de las muchas áreas de las que Monte A. Melnick (road manager que les hizo de padre durante toda su carrera) y Frank Meyer nos hacen partícpes mediante sus declaraciones y las de los propios Ramones y personajes de la crew, management, novias etc. Es un libro entretenidísimo, lo puedes abrir por cualquier página y siempre tendrás anécdotas inimaginables: como el bueno de Joey, que no se cambiaba de calcetines ni que lo mataran y apestaba todo él, o cuando en ruta, los Ramones meaban en botellas de plástico para no parar en las gasolineras y perder tiempo, mil y un detalles, mil y una historias. On the road with The Ramones está perfectamente organizado por temas, desde el capítulo dedicado a los asuntos del amor, donde se nos da buena cuenta de la vida amorosa que llevaban y del ya famoso conflicto entre Johnny y Joey por una chica que acabó casándose con el guitarrista, o el capítulo que dedican a las grabaciones en el estudio, con anécdotas de Phil Spector, pistola y litros de alcohol incluidos, y las surrealistas sesiones fotográficas para sus portadas, en las que Johnny daba solo una hora de tiempo al fotógrafo para completar su trabajo, si lo hacía, sería fotógrafo de los Ramones para toda la vida, si al cabo de una hora no había terminado, Johnny lo mandaba a la mierda y se iba a casa. Puro entretenimiento con un ligero sabor de amargura, la amargura de cuatro tipos de barrio, subproductos sociales New York que no supieron lidiar con sus diferencias y bajezas, pero que encontraron un sistema para enterrar la mierda debajo de la alfombra y continuar en la carretera. Ya lo he dicho, cuando todo terminó en el 96, todos pudimos mirar debajo de la alfombra, y lo que había no era lo que nos habían contado.

Leyendo On the road with The Ramones por cierto, y repasando su discografía en casa, con mi favorito Too tough to die a la cabeza seguido de Leave Home y End of the Century, me he sorprendido admirando en cierta medida la personalidad de un tipo como Johnny Ramone. Nadie respeta a Johnny hoy día, y él se encargó en vida, y sobretodo en sus últimos años, de dejar claro que era un aborrecible republicano radical y un dictador en su propia banda, siempre malcarado, siempre huyendo de la fiesta y reclamando seriedad y compromiso a los disolutos Joey y Dee Dee. Johnny no era divertido, no bebía ni se metía nada, y se tomaba la música como un curro en el que fichas y punto. La pasión de Johnny por su banda era similar a la que siente una cajera del Mercadona por un kilo de tomates: los pasas, los cobras y se acabó. Pero hay que mirar al personaje desde la perspectiva correcta para variar. Una consecuencia desagradable que tuvieron las emocionantes y sinceras reacciones a la muerte de Joey fue olvidar que si el propio Joey eran tan querido, si Joey y los Ramones habían llegado donde habían llegado, era gracias a que un borde de mierda como Johnny se ocupaba de mantener la seriedad y la profesionalidad. Poco sensible, no muy inteligente, pero Johnny era el que no se perdía ni un concierto por estar colocado, Johnny cumplía con los fans, aunque no le daba a nadie ni un gramo más de lo estipulado por contrato. Sin un tipo como él, que llevaba las riendas del grupo como un sargento, los Ramones no hubieran durado ni dos telediarios. Además, sus entrevistas siempre eran sinceras, le daba igual reconocer que salían en las últimas portadas de sus discos casi en penumbra o de espaldas para que no se les viera viejos, le daba igual decir que End of the Century fue una mierda, y que ellos nunca serían estrellas del pop, como sí creyó el iluso Joey durante toda su vida. Johnny necestaba siempre a un roadie a su lado para que le afinara la guitarra, pues él no tenía ni idea, pero es uno de los ¿diez? ¿quince? guitarristas más influyentes de la historia del rock, era consciente de su talento mediocre, de sus limitaciones, pero tiró para delante seguro de no querer perder esa oportunidad que la providencia y su propio tesón le habian dado. Todas las bandas tienen a un borde, ese que no se queda a la fiesta, pero ese es el tipo que se levantará sin resaca al día siguiente y sacará a los demás de la cama para no perderse el próximo concierto. Bordes, pienso ahora, como John Deacon de Queen y el propio Johnny, sin los que su respectivas bandas se habrían quemado antes de tiempo.