sábado, septiembre 04, 2010

UN PEQUEÑO RESTAURANTE: BLAVIS


El Blavis no pasa de los cuarenta metros cuadrados de local. Ínfimo restaurante en la calle Saragossa de Barcelona, entre Gracia y Sant Gervasi; humilde propuesta, ilusión y ganas ante lo que venga, crisis incluidas. Una encantadora pareja, él, ex alumno de la escuela Hoffmann, en cocina, ella lidiando con la clientela con total naturalidad. Abren mediodías, con menú a doce euros, y por las noches (no todas, infórmate) ofrecen una carta super atractiva de platillos. En cualquier caso, llama antes de ir y reserva, te harás un favor y se lo harás a ellos. La decoración, la estética es nula, han tirado con lo que han podido, pero eso no es lo que importa. Ahora que tantos bistronomics intentan rizar el rizo con sus menús a precio reducido, esta pareja ofrece una cocina transparente, natural y de formas sencillas. Un vaso de ajoblanco como primer y fresco entrante te pone de buen humor aunque al lado tengas a cuatro tipos que no paran de fumar como chimeneas (único punto débil del Blavis, deberían prohibir fumar en un local tan pequeño. El tabaco molesta a los que queremos disfrutar de la comida. Recomiendo dejar un cenicero fuera, en la puerta, para que salgan los que no puedan aguantarse); el marmitako de atún es una delicia, cero formalismos y tonterías, tacos de patata, atún, caldo exquisito. Ante el exhibicionismo, el quiero y no puedo, estos chicos dan lo que dan, cocina humilde pero con fondo. En estas circunstancias, incluso un simple granizado de limón de postre es otra delicia. A la espera de probar una noche esa carta de platillos -que, aventuro, acentuará la creatividad de la propuesta- felicidades, Blavis.