jueves, junio 19, 2014

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A CASA

Están las pruebas por las que debes pasar. Gente a mi alrededor las está pasando en este momento, ¡y lo hacen bien!

Y cuando a tu niña la ingresan, muchas cosas se remueven. No pasa nada, vale, pero tu pequeña está rodeada de trastos, suero, enfermeras, y una habitación enana donde las horas se acumulan sin saber qué ocurre. Su madre roza la perfección, las madres conectan con algo muy profundo cuando algo se desvía de la normalidad familiar. Se arman, lo tienen tan claro que dices sí a todo. Inevitablemente accedes a tu rol de actor secundario Bob, y esperas que, por lo menos, ella te deje ser relevante en este trance. Y relevante quiere decir que mi hija me vea ahí, hora tras hora. Es imprescindible acompañarla en sus rabietas, en la incomprensión que todo este show le suscita.

Ante este trance, miro para atrás, y les guiño el ojo a mis viejos fantasmas. Ante cualquier atisbo de dolor de mi hija, ellos quedan un poco más lejos. Volveréis cabrones, pero estaré más preparado.

Y luego está el día a día hospitalario. Qué menos, cómprale cuentos, pasteles y globos. Maldice a los que deberían estar ahí fichando en la puerta de la habitación, echándote una mano, y agradece que la familia, un hilo tan débil ya, vuelva a estar ahí.

Mi madre me acompañaba en todo. Las miles de horas en la Clínica Barraquer, las noches de asma con mascarilla, lo que fuese. Algo me queda de eso. Y sobre todo, Marina y su madre, que me inspiran y marcan el listón. Ahora ya no se trata de dar golpes en la mesa, gritar, huir; mi corazón lo empieza a entender. Ahora todo es regreso, y todos los caminos llevan a casa.