miércoles, enero 13, 2010

RYAN ADAMS


Ryan Adams se despide de la recién pasada década en su web con un "What a trip!". Sí, menudo viaje se ha pegado Ryan estos últimos diez años. Ha vivido deprisa, tanto que ha pasado de ser la promesa en la que depositamos todos nuestros anhelos musicales, allá por el 2001, a aburrir hasta las ovejas. Un camino agitado por alcohol y mala vida y un montonazo de discos editados. Todo compulsivo, como le gusta a él. Recuerdo aquel concierto en Bikini, y la sensación de que con ese borrachuzo o no íbamos a ninguna parte o nos íbamos a comer el mundo. Al salir, pensé firmemente lo segundo, ese Gold, el anterior, Heartbreaker, eran perfectas medicinas, un mocoso decano del country alternativo abriéndose paso al éxito masivo. Hacía falta un Ryan Adams, pero pronto llegaron el insuficiente Demolition, los dos Love is Hell, Rock n´roll, Cold Roses... Y el problema se hacía más y más grande: primero, demasiados discos en demasiado poco tiempo, luego muchas medianías, cancioncillas sosas pero encantadas de haberse conocido, aburrimiento en baladas muy, muy facilonas, blandas, y tan solo algún tema (normalmente los que inician sus discos) por el que valga la pena limpiarte las legañas. Una pena, pronto me cansé de él, y ahora tan solo tolero alguna canción (de nuevo, las iniciales) de su última obra Cardinology. Hace diez años Ryan iba para referencia del rock contemporáneo auténtico, pero otros como Jack White se le adelantaron. Lástima.