miércoles, agosto 04, 2010

RESTAURANTE VIVANDA

A Jordi Vilá, insigne creador del Alkimia de Barcelona, se le acumula el trabajo. Es el signo de los tiempos, chefs jóvenes que alcanzan la fama (el Alkimia cuenta con una estrella Michelín) y que enseguida sienten la necesidad de crecer, no solo hacia arriba, en la excelencia de su restaurante (fuimos al Alkimia hace como cuatro años y ninguna tacha, ojalá podamos volver pronto y comparar), sino hacia los lados, ocupando el espacio gastro-mediátco de la ciudad con más y más propuestas. Retos gastronímicos, pero también empresariales, crecimiento horizontal. Jordi Vilá lleva con éxito el Dopo, restaurante "secreto" de la calle Loreto, la eficaz pizzería Saltimbocca de la misma calle (que amplía ahora su oferta a las hamburguesas de calidad, la nueva mini-moda de la ciudad) y el restaurante que nos ocupa, el Vivanda de Sarrià. Esta antigua casa con patio arbolado ha sufrido un necesario lavado de cara y estómago con Vilá, y ahora es un restarante de precios más o menos amables, y una excelente oferta de platillos con producto de primer orden.


El lugar es encantador ¡ideal para el verano! Comimos un domingo en el precioso patio trasero de la casa, sita en la misma Major de Sarrià, por encima de Reina Elisenda, y todo fue a ritmo dócil y refrescante, sin estrés y con las ramas de los árboles agitándose suavemente por encima nuestro. Era día de caña de aperitivo y vino blanco frío para comer, con el diario encima del mantel y buena conversación. La carta es divertida, muchas opciones y cuanto más sencillas mejor. Los tomates de cua de bou, símplemente tomates troceados y ligeramente aliñados fueron lo mejor de la comida (me temo que el tomate va a ser protagonista colateral de muchos menús en los tiempos venideros, como lo han sido los mil tipos de aceites con los que te agasajan muchos restaurantes para que mojes el pan)...


Notable ese tataki de atún, el arroz excelente y en su punto, los buñuelos de bacalao, jugosos, un placer, perfecta coca de pa amb tomàquet, buen babá de postre... El único pero fue un suquet de rape que no sabía a nada, lástima. El menú a los mediodías va muy ajustado de precio, recomiendo aprovecharlo, y la propuesta en general bien vale desplazarse si eres de otro barrio. Como deberes, nos apuntamos en la agenda volver al Vivanda un viernes noche, quizás en septiembre, con los gin tonics de rigor para alargar la ceremonia.