miércoles, junio 25, 2008

PLAYA DE ARO

Playa de Aro está aterrizando suavemente en su último estado de decadencia. Población costera, Benidorm de segunda fila, en continua y descendente metamorfosis turística, más cemento y más guiris, Playa de Aro ya no tiene signos que la identifiquen como lo que fue, y eso es, uno de los primeros destinos vacacionales de la generación de mis padres, los empresarios, trabajadores asentados que reunían ahorros y esfuerzos para pasar un mes en un pueblo que por entonces prometía cierta belleza paisajística, discotecas cool, atrevidas, modernas, de algún modo cierta dignidad, con apartamentos bien construidos, con una parte muy pequeña de un gran sueño para todos. Ese Playa de Aro de mi infancia era una mierda, pero podías vivir sin darte cuenta de ello. Las abuelas acompañaban a sus nietos a misa los domingos de agosto, habían encuentros en un centro cristiano por la tarde, los cines daban películas de John Wayne y E.T, los extranjeros estaban mal vistos por cutres, pero eran familias que no se diferenciaban mucho de nosotros. Ahora Playa de Aro es el reino de la noche tuneada, de la suciedad y las tiendas globalizadas, ya no están los cines de antes, y en el Iván las hamburguesas deben ser de gato, por las aceras caminan aprendices de Cristiano Ronaldo que olvidaron hace tiempo que hay algo que se llama camiseta, chicas tatuadas y cutrerío. No queda nada de lo que fue el concepto vacacional de la generación de mis padres, sus urbanizaciones, sus apartamentos monos pagados a golpe de ilusión en los setenta están que se caen, y por supuesto, ya no hay señal alguna que te recuerde que en tiempos inmemoriales, eso fue una tierra virgen, con cuatro turistas avanzados a su tiempo y pescadores sacados de La Terra Trema de Visconti. Curiosamente, el Lunes en la playa, el cielo se llenó de una niebla espesísima que cubrió todo el horizonte de rascacielos, el sky line de Playa de Aro; no se veía nada, y por momentos me pareció un bonito sitio para pasar unos días de descanso. A la mañana siguiente la niebla se había levantado, y las playas estaban putrefactas por la mierda que dejó la gente la noche de San Juan, había ambiente de resaca, y Playa de Aro seguía ahí, aterrizando en su irreversible decadencia.