lunes, enero 25, 2010

INFORME SCORPIONS


Leo en blogs amigos e incluso en diarios a nivel nacional, que los Scorpions acaban de anunciar que su próximo disco y tour serán los últimos. Los Scorpions se jubilan. Me producen nulas sensaciones este tipo de noticias. Kiss anunciaron que se iban en el 2000 y mintieron como bellacos, tan solo querían girar por última vez con Ace y Peter (que terminaban contrato) estirando lo máximo el hype de la reunión del 96 y llenando pabellones de nuevo, después del fiasco del tour 3D del Psycho Circus. Lo de los Scorpions me suena a lo mismo, quieren marcarse unas buenas ventas para su próximo disco, y asegurarse 2-3 años de giras con éxito de público; mientras, fans del pasado y del presente iremos a verles con el corazón en un puño, pensando que será la última vez. Pero dudo que lo sea, no lo será. Y si lo es no pasa nada, para cuando terminen esta próxima gira, año 2012 o así, Klaus Meine tendrá 64-65 años, y poco futuro le quedará a la banda, qué más da entonces si lo anuncian ahora o de aquí tres o cuatro años, es una simple cuestión de marketing. Así, se trata de un nuevo disco y un nuevo tour de los Scorpions, solo que con el eslogan de ser el último, lo que les permite una mayor presencia mediática (ayer salían en la edición digital de El País, no está nada mal) y un mayor volumen de negocio.


(En otros planetas: Rusia, India... los Scorps siguen siendo reyes)

En otro orden de cosas, su próximo disco, seguro, estará bien si sigue la línea del Humanity: Hour 1, y la gira igual. Scorpions son unos profesionales, o como esos viejos Land Rover que siempre rinden; Rudolph Schenker, Klaus Meine y Mathias Jabs, la vieja guardia, son funcionarios del rock, y lo harán igual de bien en un gran festival tipo Wacken que en tu fiesta de cumpleaños si es que les llamas. La banda además, tiene a la batería a un mamut llamado James Kotak, que les empuja como un tanque en cada actuación y resulta además visualmente espectacular; el bajista es una especie de tarugo que no sé ni como se llama. Son un bloque compacto y sin fisuras, tienen su público y su nicho en el mercado. Trabajo y sueldo fijo, como digo, funcionarios del rock.


(A estos en mi ciudad los llevarían a un centro social. Época Tokyo Tapes)

Mirando al pasado, los Scorps pueden estar satisfechos. Su carrera ha jugado siempre con el fracaso más absoluto. Reconozcámoslo, los Scorps la han cagado tantas veces que ya son entrañables. Empezaron en los 70, dominados por el misticismo de Uli Jon Roth, guitarrista nacido de una cópula interplanetaria entre Rick Wakeman y Jimi Hendrix, y sus primeros triunfos se dieron en Japón, donde grabaron el imprescindible directo Tokyo Tapes. Con la marcha de Roth, llegó Mathias Jabs, atractivo y dinámico, simplón en comparación al empanado guitarrista saliente, y Scorpions decidieron lavarse la cara, tirar su ropa de la tribu de los Brady, vestirse con tachuelas y cueros y entraron en los 80 facturando el mejor heavy metal FM que hayas escuchado en tu vida: Lovedrive, Blackout y sobretodo Love at first sting les hicieron ricos y famosos y les permitieron pasárselo en grande durante casi toda la década de los 80. Disfrutaron al máximo de su momento, las limusinas iban de culo para pillarlos en cada concierto, volaba el champagne y las tías, pero con el perfecto directo World wide live se terminó lo bueno. Entonces llegó la fase oscura, a cada paso que dieron, batacazo, y así durante 20 años.


(Standing on top of the world... Época World wide live)

Del 84, año de Love at first sting, al 88 en que editaron el siguiente álbum en estudio, Savage amusement, los Scorps no hicieron nada que no fuera girar por medio mundo y columpiarse en su fama y su estrellato, sobretodo en USA, donde temas como Rock you like a hurricane sonaban a todas horas en la radio; pero pasó demasiado tiempo entre disco y disco, y para cuando editaron Savage amusement, la chispa se había ido a la mierda. Quisieron hacer un heavy de látex, comercial en grado obsesivo, pero los temas eran malos y se habían convertido en unos horteras. A partir de ahí, entendieron que para permanecer en el negocio tendrían que tocar Still loving you y Big city nights hasta la náusea. Su gira del 88 fue espectacular, sus montajes eran mastodónticos, pero detrás no había nada, incluso el álbum que los reflotó, Crazy nights, con la balada homérica Wind of change, era en verdad, un álbum muy, muy justito.


(Scorpions '88. La laca les trepanó el cerebro)

Luego vino, en el 93, Face the Heat, un buen disco que no interesó a nadie, por más que intentaron endurecerse sin perder su estilo, con temas como Alien nation o No pain no gain, pero estaban en caída lenta y progresiva. El resto de los 90 no hicieron más que vivir de rentas y cagarla una y otra vez: discos como Pure Instinct o Eye to eye son de lo peor grabado jamás por un grupo de seres humanos, y luego vinieron los unplugged, los discos sinfónicos y giras y más giras soltando los hits de siempre. Años atrás, llenaban durante varias noches el Forum de Los Ángeles, ahora daban con sus huesos en Guadalajara o Badajoz. Así es la vida. Hemos tenido que esperar hasta Unbreakable, del 2004, y el citado Humanity para que escucháramos nuevas canciones más o menos decentes de los Scorps. Han sobrevivido al fin a su propia incompetencia y a la nula capacidad creativa que mostraron a partir del 84. Se han apuntado a todos los carros posibles para seguir en la brecha (repito: sinfónicos, acústicos, baladas y más baladas, colaboraciones con Pavarotti etc. etc.), y lo han hecho tan mal que es un milagro que sigan ahí. Ahora dicen que se van, yo no les creo, pero les iré a ver en la próxima ocasión. Con todo lo malos que han llegado a ser, son una de las bandas de mi vida.

LA CINTA BLANCA (MICHAEL HANEKE)


Michael Haneke vuelve a filmar secamente, sin piedad, en blanco y negro y sin música, la violencia del ser humano en sociedad. Esta vez en un pueblo de la Alemania inmediátamente anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial. El director de Caché nos muestra el interior de la vida de diversas familias del pueblo, fieles protestantes de purísimas costumbres y rectitud, que sin saberlo, están sembrando la semilla del odio en sus hijos. Porque la sociedad pura y los buenos valores, impuestos a la fuerza, engendran todo lo contrario, ira y venganza. Pasé los 144 minutos de película en estado de tensión, en cada escena parece que alguien vaya a cometer una locura, los personajes viven tan oprimidos en ese ambiente limpio, de tan austera y rancia bondad, que piensas que alguien, en algún momento se hartará y la emprenderá a machetazos con el resto. La escena en la que un padre machaca a su hijo a ostias porque este no quiere decirle donde esconde una flauta que ha robado a otro niño es un ejemplo de la violencia (y de como esta engendra más violencia) que esconde La Cinta Blanca. El padre no encuentra la flauta, y sale de la habitación dejando a su hijo tendido en el suelo. Al bajar las escaleras escucha el sonido de una flauta proviniente del piso de arriba. Es la respuesta de su hijo a la paliza que acaba de recibir. No sé si esta es la mejor película de Michael Haneke pero, seguro, se le acerca.