jueves, diciembre 27, 2012

RESTAURANT MIRKO CARTURAN, CALDES DE MONTBUI

Mirko Carturan está situado en Caldes de Montbui. Su nombre es el de su cocinero, quién regenta este pequeño restaurante que en Barcelona sería uno más de los pequeños restaurantes de paredes blancas con aspiraciones, y sin embargo en Caldes de Montbui es un milagro en si mismo. Cuánto mérito tienen estos jóvenes emprendedores que aguantan el tipo en sus restaurantes fuera de la alargada sombra de Barcelona y sus modas y sus tonterías. El camino que va del inútil prepotente que te cierra el paso en el Tíkets de Barcelona, a la sinceridad y humildad de los dos cocineros y los dos camareros que miman cada detalle de este Miko Carturan. Unos están en la cima de la tontería universal, otros aguantan el temporal de la crisis fuera de la gran ciudad.
Comimos muy bien en Miko Carturan, ya los ojos se dispusieron amablemente al ritual por la decoración del establecimiento, paredes claras rotas por una línea e estantería abarrotada de libros de cocina. Una pequeña terraza que se agradecerá en verano, y más atrás, una sala para gin tonics y demás, en la que deberían poner la calefacción si quieren que nos hundamos en el sofá y empecemos a pedir G´vines y Seagram´s. La entrada del restaurante la domina la propia cocina, a la vista del cliente. Una vez sentados, la jefa de sala, amabilísima, te recomienda probar tres entrantes por persona en forma de platillo y luego atacar el segundo. Está bien, los entrantes son divertidos, pero la concepción del plato dividido en tres nunca me ha gustado, ilusiona más que vayan entrando en la mesa uno a uno; aunque en un establecimiento de estas condiciones, el pase de cocina se complicaría en exceso. Buenísimos ravioli de buey de mar, un calamarito con trinxat, langostinos con mostaza y miel... Todos deliciosos.
De segundo me decidí por un bikini de lenguado con sobrasada, original y bien concebido, el lenguado se presta a mucha fantasía formal, y mi pareja optó por unas albondigas de pescado y setas. Los postres no brillan en exceso. Vino, un Orto de Montsant. Como si de una retorcida táctica de marketing se tratase, al marcharnos nos olvidamos los zapatos de la niña, recién regalados por Papa Noel, así que, desde Barcelona, llamamos al restaurante pensando, ya que hay que ir a buscarlas, mejor reservamos para otro día. Dicho y hecho. Espero que tengan a mucha clientela así, la mejor, la que te aguanta el negocio, la que vuelve.