domingo, junio 01, 2008

DOMINGO

A las 8.30 había nubes, y la calle empapada respiraba frescor y silencio. Comprar el desayuno, La Vanguardia, El País, mano a mano con el perro. Luego en casa he puesto al Lluís Llach más ido de la olla, que es el que mejor va para estos días suspendidos en el tiempo. Con suavidad y sin hacerse notar, la lluvia ha vuelto, y no me he dado cuenta y ya he pasado una hora perdiéndome en la mañana. Los domingos buscan desesperadamente más horas para que vayamos en todas las direcciones, hagamos y deshagamos, vivamos y nos demos cuenta de ello, con ese parón en el ritmo que nos descubre quienes somos y quizás, a dónde vamos. Luego, durante la semana, ya no podrás mirarte al espejo, o mirar por el balcón, porque el mundo te reclamará para que cumplas con tu papel.