martes, enero 06, 2009

FUNKADELIC: "MAGGOT BRAIN" (1970)


Yo flipo con lo que ahora se considera vanguardia. La gente pierde el culo por grupos que no son sino facsímiles con otra encuadernación de sonidos mil veces desarrollados en otras épocas. Vende el término "vanguardia", tanto como esos Parental Advisory: Explicit Lyrics que tantas bandas soñaban con tener pegados en las portadas de sus discos, vende "prohibido", "morbo", "peligro"... y "vanguardia" por supuesto, al contrario que "tradición", que no vende un churro. Al público le gusta pensar que está en la cresta de la ola, le gusta saber que el disco que ha comprado o la descarga que acaba de hacer cambiará el desarrollo del arte para siempre; la moda y términos como "vanguardia" no son sino enfermedades del ego, nos encanta sabernos modernos, a nuestro ego le mola la vanguardia, y eso la industria lo sabe fantásticamente bien: cuantos más discos pretendidamente rompedores mejor, más tendrá para escoger el ego. Pero a lo que voy: ahora mismo, escuchando Maggot Brain, el disco de 1970 de la agrupación funk liderada por George Clinton, viajando a una esfera desconocida con el instrumental apoteósico Maggot Brain o glorias funk como Hit it and quit it, en este preciso instante pues, creo que no ha habido nada vanguardista 100% en la música desde... este disco. La música negra de aquellos años era un disparadero de ideas luminosas, únicas: Sly & The Family Stone, Isaac Hayes, Marvin Gaye, Funkadelic... No ha habido nada que abrasara de igual modo la música establecida, o por lo menos que lo hiciera con tal derroche de creatividad. Porque el punk por ejemplo, es el gesto que le rompe la nariz a la sociedad y la industria, pero se trata del gesto, no de las canciones. Funkadelic por su parte construyen un nuevo orden musical, aquí hay teoría y canciones además de gesto, y en unas formas y cantidades que dudo se hayan vuelto a repetir.

REGALOS

Siempre he sentido ilusión y desapego a partes iguales por los Reyes Magos. Desapego porque mis padres me revelaron ya de chico la terrible verdad de los Reyes, que por supuesto no voy a desvelar aquí, y por tanto, toda la parafernalia de la cabalgata y demás me era un poco ajena, e ilusión porque, dios, me encantan los regalos, y el 6 de enero es el día universal de los regalos, el día en que la infancia tiene sentido: carreras por el pasillo a las 8 de la mañana, gritos y los regalos, siempre más de los que esperaba, muchos más. Y luego aparecían mis padres somnolientos, se sentaban en el sofá, mirándonos felices, supongo que para ellos esa era la culminación de ser padre, era como lo que decía Haníbal en el Equipo A: "Me encanta que los planes salgan bien". Por eso es tan importante lo material en el mundo, porque los regalos (desde una Play hasta un hermoso libro de cuentos, desde mi añorado galeón pirata de Playmovil hasta mis no menos llorados muñecos de Spiderman y Capitán América) son conductores de felicidad. La felicidad abstracta es aburrida, está bien sonreir, besar, amar, pero no jodamos, todos queremos regalos, muchos regalos, por lo menos una vez al año.