martes, mayo 21, 2013

UN PADRE FIRMES

La batalla contra el desánimo empieza desde casa. Cuando por cansancio, o por lo que sea, le niego a mi hija un minuto de atención solo levantarme, es para darme de collejas. Mi hija exige un padre firmes desde las siete de la mañana, mi hija exige la mejor de mis caras, la mejor de mis atenciones. Mi hija no entiende de crisis, ni está de acuerdo con mis manías, mis bajadas y mis subidas. Yo y su madre somos lo que tiene, y por mi parte, lo demás son los pilares que sustentan la felicidad de mi hija. A veces me da miedo que un día salga bien, que saquemos unas buenas 24 horas en este país amordazado por el abuso de unos y la depresión de otros, es como si hubiera gato encerrado. Pero tengo derecho a sentirme feliz, porque cuando no, cómo explicarle que una palabra de tal persona me ha sentado mal y que por eso estoy serio, o que he perdido a un cliente, o que me he peleado con mamá. Concentrarme en el amor de mi hija me ha demandado deshacerme de cosas dispensables, de algunos vicios, de algún deseo. El premio es inexplicable, o por lo menos, difícil de escribir. Esas mañanas en que te despiertan sus parloteos, esas noches en las que, como ahora, se duerme mientras trabajo, o ayer, que hablé por Skype con mi querida amiga "turca" y ella se dormía en mis brazos. A aquella hora tenía que estar en la cuna, pero yo quería que mi amiga la viese, tan pequeña, como un gatito dormido.