sábado, marzo 29, 2014

MI COMIDA DEL VIERNES

Más que cómo salí, lo importante es cómo llegué a la comida con tres de mis más queridos amigos.

Arrastrado, sediento, cargado de dudas y difuminado. Puedes haber coronado todas las montañas, haber hecho bien tu trabajo, y sin embargo hay algo agotador en los días, algo que te pesa. Presentía que cosas bonitas sucederían en la comida del viernes, y que algo se iluminaría y haría que todo tuviera un cierto sentido. Encontrar el lugar adecuado para soltar peso y descansar. Es bonito situar esos sitios en el mapa, poder llegar y sentarte. Cuando lo que está encima de la mesa no importa, o cuando, ay, el hilo musical es ese irritante pop català, y da igual. Generosos, mis tres amigos dispusieron su vida, sus dudas y sus contradicciones, para que yo las troceara, las entendiera, opinara sobre ellas o me riera a gusto de todo; solo espero que yo también hiciera lo mismo por ellos.

Las reuniones bonitas, con comida y bebida y algunas horas por delante, son actos de generosidad. Estás dispuesto a dar, pero sobretodo a escuchar y compartir. Luego todos volvimos a nuestra vida, más claros, más ofuscados, depende. Un poco más felices. Seguro.

Hay veces que escribes y no sabes a dónde vas a parar, esta es una de ellas. Aunque intuyo que todo termina en una palabra: ¡gracias!