lunes, abril 04, 2016

ESCUCHANDO A BILL FAY


Escuchando a Bill Fay me he puesto a pensar en la música. Quién la ama, la compra, la mima y le concede un lugar de honor en su casa y en su vida, como una princesa; quién la roba, la trata como a una puta. Solo hay una música, la de creador y la del comprador. Lo otro, es cosa de imbéciles y de chorizos. 

Escuchar música hoy. Ya no hay aventura, ni riesgo, ni emoción. Me compadezco de los que no han vivido lo que yo viví. Los que no han sentido la música como una búsqueda en la que prácticamente estaban solos. Es difícil descubrir un Quadrophenia, o a Rainbow o lo que sea, porque, simplemente, están ahí, a dos clics.


Realmente no estoy diciendo nada especialmente notable, es lo mismo que dije hace cinco o diez años en cualquier conversación, o en cualquier post; solo que de vez en cuando, no sé por qué, algo me recuerda que la música para el 99% del mundo es mierda, y que yo, gracias a Dios, estoy en el 1% de gente normal que paga por una experiencia sonora con carátula y fotos bonitas. Los que todavía otorgamos a un disco un valor que no solo consiste en lo que esconde en sus surcos, sino en el dinero que pagas por él. Pagar por la música que amo es una de las emociones más maravillosas que se me han concedido. El corazón me sigue temblando cuando paso la Visa, o cuando pulso aceptar compra en Amazon.

Sí, el debate de piratería y tal ha pasado de moda y está todo dicho. Pero de vez en cuando, me gusta recordarme que en el mundo hay buenos y malos. Y yo soy de los buenos.