viernes, noviembre 27, 2009

DIO


Los que amamos a Ronnie James Dio lo hacemos full time. Hemos entendido sus peores etapas creativas, cuando sus giras eran un carnaval de dragones de goma, espadas fosforescentes y efectos especiales de obra de los Pastorets, como aquel tour del Sacred Heart de finales de los 80, o como cuando trató de salir en la foto del metal alternativo en los 90, con Strange Highways y Angry Machines, o como cuando con Lock up the wolves, de 1990, vimos que se le iba la carrera por el retrete y todo olía a decadencia. Hemos entendido sus horas bajas porque incluso entonces nos hacía felices. Dio no es solo el cantante de los primeros Rainbow, una banda de poderes mitológicos, conciertos sobrehumanos y tres discos irrepetibles, el hombre que iniciaba conciertos a grito de "Danger, danger, the queen´s about to kill!!!", una banda que jamás me cansará, y de la que nunca tengo suficiente; tampoco es solo el Dio que consiguió adaptar a los decadentes Black Sabbath post Ozzy al heavy de los 80, en una impagable labor que hizo que la banda de Iommi pudiera seguir viva hasta hoy día, y no quedar como un resto arqueológico al estilo Uriah Heep; ni el Dio que se llevó la adolescencia de miles de heavys ansiosos de fantasía y liberación con sus discos clásicos en su propia banda, esos Holy Diver, The Last in Line... Es que Dio es como un abuelo que siempre está ahí. Yo siempre pensaba que mi yaya estaría siempre conmigo, porque nadie quiere de la forma que se quieren un nieto y su abuela, por eso, porque quiero que Dio esté siempre ahí, deseo que el cáncer de estómago que le han diagnosticado sea una simple avería, como parece que puede ser. Ha anulado sus próximso compromisos en directo, lo están cuidando, y espero que pronto vuelva para hacer lo que de le la gana, que yo estaré ahí para escucharle.