domingo, noviembre 14, 2010

RESTAURANTE ROUTA, BARCELONA

Hablo de gastronomía por intuición, por bagaje sentimental, por haber tenido la suerte de visitar muchos restaurantes en mi vida, pero apenas cocino, leo poco sobre el tema y mi cultura sobre productos es limitada; y aún así creo en la validez de mi opinión a la hora de juzgar las impresiones que me produce un restaurante. Realmente confío en mi propio criterio. Por eso digo con toda la tranquilidad, que en los últimos meses no he disfrutado más en un restaurante, ni me he sentido más sorprendido, cogido "a contrapié", culturizado y emocionado (siempre desde la humildad, no estoy hablando de experiencias metafísicas ni del nuevo Adrià), que en el Routa de la calle Enric Granados de Barcelona. La propuesta: cocina nórdica (los dos chefs son finlandeses) abierta al resto del continente, valentía, producto y creatividad sin complejos. En un local al que una mejor iluminación le haría mucho bien (enfocar la atención en los platos, mediante la luz, dotar al espacio de intimismo e intencionalidad), disfrutamos de un menú con aperitivos insuperables, estéticamente preciosos, con pescado de Finlandia, y atractivos snacks. Divertidos. Luego, enfilando el menú, la estrella de la noche, una velouté (crema) de setas salvajes y setas escabechadas, un plato gigantesco armonizado estéticamente con mil y un detalles (lo han definido como puntillismo, impresionismo al estilo Seurat; ahora mismo en Barcelona dudo que muchos puedan igualar la estética de los platos del Routa), y junto a la velouté, un platito con brioche de trufa y mantequilla de ceps. Un plato festivo, voluptuoso, inagotable, que estuvimos degustando durante casi media hora. De segundo, el menú continuaba con otro barroquismo culinario, una codorniz rellena de foie gras. Luego quesos -correctos- y otra preciosidad, el postre de manzana verde. Sobrados de buen gusto, los dos chefs del Routa, y la amable y prudente jefa de sala, tan solo necesitan de que el cliente responda. La oferta gastronómica en Barcelona, sobretodo en un barrio como el Eixample, es tan salvaje, hay tantas ostias, que es normal que cueste llenar, sea lunes, viernes o sábado, pero para eso estamos nosotros, dando el callo. Hay que apoyar los sitios que valen la pena.