viernes, abril 02, 2010

QUO VADIS & ESPARTACO

El género bíblico me encanta. Las películas con tipos fornidos en túnica, sagradas escrituras, crucifixiones, emperadores locos y decorados en cartón piedra son de mi agrado desde que veía Ben Hur con mi abuela. Si bien prefiero las desviaciones mitológicas y más cochambrosas de estos "kolossal", y lo paso pipa con cualquier peplum de Steve Reeves, o con subpeplums como Maciste en el Infierno de Gengis Kahn (¡guau!), en estos días me alegra pillar por la tele clásicos de un cine que trataba de aplastar el auge de la televisión en los 50 a base de grandes presupuestos y grandes espectáculos.


(Peter Ustinov, la locura y la pereza del poder)

Hoy he visto Quo Vadis y Espartaco, en TV1, por tanto sin pausas publicitarias, y me he reencontrado con la primera, dirigida por Mervin LeRoy, prototipo de kolossal académico, todo espectáculo, todo melodrama, con el zorrón de Petronio interpretado por Leo Genn que borda la pantalla y con Peter Ustinov disfrutando de lo lindo entre rácimos de uva y copones de vino. Quo Vadis marca la línea de meta de este tipo de films, a partir de ahí nada nuevo podía suceder, a menos que un tipo llamado Stanley Kubrick dirigiese Espartaco, que es todo plasticidad, ritmo y movimiento, y deja la anterior en un film carca y pasado de moda. Espartaco es mucho más que un kolossal, es un film de lenguaje moderno, cuya influencia ha durado hasta ahora, y del que todos guardamos ese u otro momento imborrable, en mi caso cualquier plano donde aparezca Charles Laughton, y la energía e ilusión que tenía Kirk Douglas en sus ojos. El final siempre me hace llorar, inevitable, y sigue sorprendiéndome la escena censurada en la época y recuperada en los años 90, en la que Lawrence Olivier trata de seducir a Tony Curtis con eso de las ostras y los caracoles. La escena impacta por el diálogo, claro, es porno de serie Z y cuartelillo, increíble que la rodaran.


(Lawrence Olivier confiesa sus gustos gastronómicos)