martes, octubre 16, 2007

RAMONES.


Volver a los Ramones es como volver a probar las patatas fritas de mi abuela (si eso fuera posible...). Siempre las hacía igual, aceitosas, tiernas, jamás he probado otras mejores. Y siempre estaban ahí, nunca cambiaban, ni más saladas, ni más finas.
Los Ramones nunca cambiaron, y así estuvieron 25 años: miles de conciertos, un montón de discos, siempre las chupas, los tejanos rasgados, ya sabeis...
Lo peor es que entre ellos se llevaban a matar. Legendaria es la historia de cuando Johnny, el guitarrista, le robó la novia a Joey, el vocalista, y este compuso The KKK took my baby away para vengarse (sustituía el nombre de Johnny por el de Ku Klux Klan, no está mal, todos sabemos que Johnny era un jodido facha) y dejó de hablarle para siempre. La rutina, el saber que estaban juntos por el simple hecho de cobrar, se nota en muchas filmaciones documentales posteriores a su etapa de gloria en los 70 (circula una bastante deprimente que grabó en varias giras de los 90 el batería Marky Ramone cámara en mano. Cuatro tios comiendo donuts en el backstage sin nada que decirse). Entonces estaban muy lejos de ser los freaks que alumbraron tanta buena y revolucionaria música a finales de los 70.
Pero los Ramones nunca cambiaron, y suerte. Era lo que el público quería, los tres acordes, la actitud, y ellos estaban ahí para darlo. Incluso en esos extraños ochenta firmaron discos tan memorables como Too tough to die, que situo a la altura de sus primeras e intocables obras.
Ahora mismo escucho el tema de este mismo disco que canta Dee Dee, Wart Hog. Este hombre era el más jodidamente punk de los cuatro. Un salvaje que daba agresividad y peligro a la formación. Nunca olvidaré, sin embargo, el visionado del documental End of the century, donde vemos a un Dee Dee ya en las últimas, cuando se había marchado del grupo, a quién practicamente echan de una fiesta con sus ex compañeros de anfitriones en una entrega de premios, no se si los Grammy o algo parecido. El tipo se aleja por el pasillo del hotel musitando: "Nobody loves Dee Dee". Al cabo de poco moriría, como Joey, como Johnny.
En pocos años, todos a la mierda.
Ya no puedo comer las patatas fritas de mi abuela, y sin embargo si puedo escuchar cuando me plazca cualquier maravilla de los Ramones. Algo es algo. O mucho.
¿Hey ho let´s go?