martes, septiembre 20, 2011

VANIDAD

Me divierte la vanidad de la gente. Y mucho la de los que hablan todo el rato y no escuchan nada. Hoy en un curso de gestión, un tipo contaba que trabaja de jefe de cocina en un restaurante de la zona alta de Barcelona. Se le veía que le gustaba hablar de ello y respondía a todas las preguntas cual rueda de prensa de un actor famoso. Con ganas de intercambiar impresiones, le he comentado que yo había ido a su restaurante en dos o tres ocasiones, y él, quizás me ha mirado, quizás no, en fin, que no me ha hecho caso, y ha seguido hablando del concepto de su restaurante, de lo bien que lo hacen, de que facturan 170 clientes los sábados, de que los propietarios confían mucho en él, y etcétera etcétera. En ese momento, ante tal avalancha de profesionalidad, he decidio desconectarme, pues poco hay que decirle a un tipo que ni se molesta en saber lo que te ha parecido su restaurante, o si tienes alguna crítica, algún comentario. A él tan solo le interesaba escucharse a si mismo. Tengo la suerte de haber sido educado en una cultura de escuchar, de discreción y respeto, y de observar lo que tienes a tu alrededor para ver como puedes transformarlo en conocimiento para ti mismo. Luego hay otros que ni se molestan en saber que los clientes de su restaurante piensan que los fetuccini están justitos y que el servicio es pasota. En el mundo de la gastronomía hay unos cuantos fantasmas. A esos ni la crisis les cura la vanidad.