martes, octubre 06, 2009

ADORO EL TRASH, EL BLACK METAL Y TODO ESO.


Una de mis compras en la reciente Fira del Disc fue el vinilo del bastardo The new order, gran obra de Testament, una de las bandas pioneras del trash de la Bay Area, California. Soy fan de los primeros pasos del trash o el black metal, de esas bandas que, siendo adolescentes minados de acné, rompieron con el legado tradicional, el pa amb tomàquet del metal, de bandas conservadoras como Iron Maiden o Judas Priest. Exploraron las cavernas del primer disco de Black Sabbath y se emparanoyaron hasta crear un estilo insano y salvaje, a la vez que técnico, incluso lírico, poético, como el trash. El blackmetalero Seven Churches, de Possessed, me parece uno de los cinco discos de metal más importantes de la historia, no hay nada más jodido que eso, y eran mediados de los ochenta, increíble que existiera un disco así, pura mierda salvaje a 200 km/h, capaces de joder tu infancia y hacerte volar en pedazos, Possessed eran niñatos de 15 años que en vez de botarse clases en los billares hicieron historia sin saberlo.


(Deberías poseer este disco, cabrón)

También adoro los inicios de Bathory o los suizos Celtic Frost, que eran puro arte, junto con Possessed sagrado trío de bandas precoces al otro lado del averno. Luego Testament, Metal Church, Slayer, Voivoid, Megadeth... y Metallica, por supuesto. Los ochenta en su segunda mitad, significaron la decadencia de la integridad del metal clásico en favor de la comercialidad y el pelo crepado, el glam y la MTV, pero a su vez nos brindaron el renacer del género, con estas bandas jóvenes dispuestas a trepanar oídos y llevar el estilo a la categoría de (brutal) arte. Escucho ahora mismo un disco como The New Order y agradezco la capacidad de riesgo que tuvieron estos grupos, lo mucho que se lo curraron en aquellos años para salir adelante con lo que creían. Ahora estas obras siguen frescas, y a mis 33 años sigo impresionado por su maldad y su poesía. Testament, además, se mantienen dignos y sus conciertos todavía soliviantan tímpanos y embrutecen las mentes de los nuevos adolescentes, algo imprescindible para garantizar la supervivencia del género.

REC 2


REC 2 era una inversión tan segura que no había más remedio que hacerla. Una primera parte de éxito más una campaña mediática a la altura aseguran mantener una franquicia que ya cuenta con un remake USA. Han resuelto el problema de la continuidad con respecto a la primera parte, han colado nuevos personajes (esos adolescentes, que tampoco sirven para mucho), y han terminado con una sorpresita final que más o menos se podía intuir. Han hecho lo que han podido, no creo que haya mejor forma de filmar una segunda parte de REC. Sin embargo es evidente, y lo siento muchísimo porque iba hoy al cine con una cierta ilusión, que a REC 2 no le queda nada de la magia de la primera parte, donde una periodista y su cámara acompañaban a los bomberos por el Eixample barcelonés grabando un documental y terminaban metidos en una finca modernista infestada de zombis y la niña Medeiros, que me acojonó a base de bien en aquellos últimos minutos. REC era hija de El proyecto de la bruja Blair y yo, inocente, caí como un pichón y lo pasé fatal en las dos. REC 2 en cambio, aunque no es una mala película de zombies y posesiones demoníacas, me importa un bledo. Es lo que suele pasar con las segundas partes, donde todo se explica, y la fascinación del original se va diluyendo a fuerza de repetir los mismos golpes de efecto.