jueves, agosto 06, 2009

COLGAR UN CUADRO

Tengo taladro, clavos y tacos, y un cuadro que colgar, y las barras de la cortina, y dos lámparas por colocar. Pero se me hace una montaña, de repente imagino docenas de problemas, agujeros como hoyos, la pared hecha un queso gruyere, trozos de rebozado cayendo al suelo, la barra de la cortina torcida para siempre, el mortífero chispazo de electricidad que me va a dar cuando cuelgue la lámpara, la cara de mi mujer cuando vea que el cuadro está más inclinado que los decorados de una película expresionista; pero antes de imaginar todo eso, me sobreviene una pereza mortal mezclada con gotas de temor e impotencia por lo desconocido que me impiden ponerme manos a la obra. El mundo se divide entre los que se espabilan en solucionar las pequeñas cosas (cuadros, bombillas fundidas, grifos que gotean) y los que dejan de intentarlo a los dos segundos, o ni siquiera lo intentan. Hoy ensayaba con Héctor, y pensaba que él es de los que siempre tiene la paciencia de arreglar los problemas al momento, ese ruido extraño del ampli, ese foco que parpadea cuando no debe y mil cosas más, problema, solución, problema, solución; y yo lo miro con admiración (como cuando de niño miraba a mi padre podar el seto con un serrucho eléctrico, como miré a mi cuñado el otro día cuando trataba de arreglar una cerradura utilizando mil recursos salidos de su cerebro despierto). De joven pensaba que con la poesía y el rock n´roll ya bastaba para vivir, ahora me doy cuenta de que todo eso no sirve cuando eres incapaz de colgar un puto cuadro. Inútil.